Pese a lo que pueda sugerir su pinta de adolescente rebelde, Daniel Emilio Mendoza es abogado penalista y criminólogo; se desempeña también como periodista y escritor. Autor de la novela El Diablo es Dios de Editorial Planeta. Fue despedido de el diario EL TIEMPO, (uno de los más importantes de Colombia) según él, por no haber accedido a retirar de su blog un artículo bastante serio donde denunciaba, sin pelos en la lengua, la pedofilía de muchos de los integrantes de la élite del país. A continuación reproducimos ese artículo, con la expresa autorización de su autor para Preludio al Paraiso.
¿Los ampara? ¿Puede una institución como El Tiempo, estar colaborando en el encubrimiento de una oscura cofradía de millonarios colombianos que violan, torturan y asesinan sistemáticamente niños pobres? Esa es la pregunta, el planteamiento hipotético que bien puede quedar o no resuelto, tras la lectura de estos párrafos saltarines que a algún lugar habrán de llevarlos a todos.
Como siempre me habré de esforzar, por hacerlo simple, por lograr tenerlos amarrados a las palabras, en esta lucha voraz y consciente de quien quiere trasmitir una idea, sin que sus lectores tengan que hacer ningún esfuerzo por mantener los parpados abiertos.
Empecemos por ahí. Eso fue lo que empezó a rayar a El Tiempo. Que a muchos les interesaran mis artículos, que fueran los más leídos. Y por mucho. Presumo cuando hablo de cifras: mas de 600 mil visitas tuvo el artículo titulado, “Uribe Noguera, el Club el Nogal y la sociopatía institucional”. El que le seguía no llegaba a las 50 mil.
Empecé planteando la posible relación de Francisco Uribe Noguera, el hermano del homicida y socio de la firma de abogados Brigard Urrutia, con tanta evidencia mal acomodada en ese apartamento, con la desinformación de la policía, con la posible determinación de un acto de encubrimiento al pretender encaletar al hermano en una clínica psiquiátrica y con el hecho evidente de que un abogado penalista tenía que haber estado coordinando todo desde algún lado.
Los lobos, desde que empecé mi estudio sobre las reacciones sociopáticas de la élite Colombiana, empezaron a sentir que una pulga les picaba el lomo. El caldero había empezado a hervir desde que me atreví a denunciar el neoparamilitarismo y la corrupción que había en la Junta Directiva del Club el Nogal, pero con el caso de Uribe Noguera, me di a la tarea de quitarle a la bestia la mascara: Tenemos una élite sociópata. Una élite sin linderos, rapaz, inhumana, perversa, una élite descompuesta por los millares de simbolismos que la hacen injusta, corrupta y desconsiderada, concluyendo que el hecho que había llevado a Uribe Noguera a cometer el crimen, no era otro que la concepción que tienen los ricos de los pobres en Colombia: Unos guisos inferiores, para ellos son bestias incultas y sin gusto, a las que ven como animales cochinos, precisamente como tuvo que haber visto Uribe Noguera a esa niña indefensa, pues con una niña del Nueva Granada jamás hubiera hecho lo que fue capaz de hacer con Yuliana.
El segundo articulo, “Uribe Noguera y sus amigos pedófilos” salió al aire a los dos meses, cuando mágicamente el asunto había dejado de ensuciar las pantallas y micrófonos, parecía que al tema lo hubieran limpiado con el mismo aceite con el que refregaron ese día el cuerpo de la menor.
Esta vez las visitas se multiplicaron gracias al sentimiento de indignación que empezó a sacudir las redes, los clicks que cacheteaban el título no pararon durante los más de 20 días que alcanzó a estar al aire, hasta que recibí un mail de (marhan@eltiempo.com) Marcela Han Acero, directora de Blogs, en el que después de tanto tiempo de haberse publicado, me decía que tenía que retirar las acusaciones que hacía sobre Francisco Uribe Noguera, pues según ella yo no tenía como probarlas, me amenazaba con echarme de El Tiempo por violar el código de ética, cerrando el párrafo con esta elegante y suave sugerencia: “Tienes una hora para eliminar la entrada y quedas advertido”
Sentí que se empezaba a revolver el océano en mi consciencia, hasta allí habían llegado las pirañas, me empezaban a morder.
Estar en el periódico más importante del país era una oportunidad invaluable, ellos lo sabían, a la misma Marcela Han le agaché la cabeza cuando le pregunte porqué mis artículos no eran publicitados cuando se referían al actuar de los ricos colombianos, específicamente después de haber publicado “Toros, alimento de una élite sociópata”. A ella, muy reverente y hasta medio atortolado, le respondí que estaba de acuerdo y que entendía su respuesta, cuando me dijo que EL TIEMPO se reservaba el derecho de promocionar por sus redes el contenido que considerara pertinente.
Igual me vale güevo, pensé esa vez, la gente los lee y las redes los ponen a cabalgar al galope. No necesito ni del Facebook ni del Twitter de El Tiempo. Pero es que este último mail, en el que se me pedía retirar el artículo, me ponía a escoger entre mi mas grande interés, la posibilidad de escribir en una plataforma inmensa y reconocida, de alcance internacional y la razón que empuja mis dedos en el teclado y que no es otro, que dar a conocer la enfermedad mental estructural de nuestra clase alta, que estaba plasmada en ese artículo que terminaba denunciando un hecho incontrovertible: En Colombia existen redes de prostitución infantil, de niños menores de 11 años, que alimentan la sociopatía pederasta de algunos miembros de las altas esferas Colombianas, que desde un punto de vista criminológico son los más propensos a disfrutar de esta parafilia sexual.
También planteaba una serie de dudas sobre el caso Uribe Noguera.
Después de haber tenido tiempo de estudiar más a fondo el proceso y de escuchar algunos fiscales e investigadores en Paloquemao, en esta segunda parte iba más allá, habían hechos que merecían ser observados con especial detenimiento y que continúan generando perspicacias: la hora de la muerte de la niña no se ha determinado, nadie sabe si la niña estaba o no viva cuando Francisco Uribe Noguera entró al apartamento, es muy difícil que una sola persona haya matado a la niña pues fueron dos tipos de asfixia, por ahogamiento y por sofocación, por otra parte no está clara la intervención del abogado Juan David Riveros, quien ha caído en varias imprecisiones en las declaraciones que ha dado, luego, dentro del derecho constitucional que tengo a dar mi opinión, considero que no basta ni la imputación por encubrimiento que le acaba de hacer la fiscalía a Francisco, ni el silencio en el que se mantiene la misma, respecto del gran amigo del Fiscal General Néstor Humberto Martínez, el mencionado Doctor Riveros.
Francisco Uribe Noguera, de quien se sabe estuvo en el apartamento de la menor, que bien pudo haber estado viva en ese momento hasta que no se pruebe lo contrario, debe ser investigado también por el homicidio de la niña y el Doctor Riveros, con el pesar que me da estar atacando a un colega, por el solo hecho de ser penalista, haber estado medio día en contacto con Francisco, haber reconocido que lo asesoró, le dio consejos e indicaciones, debe vinculársele al proceso que cursa en contra del mayor de los Uribe Noguera por el encubrimiento del crimen, para que se investigue su posible participación como determinador del delito, es decir, como aquél que pudo haberle dicho al autor material como hacer todo: Darle la idea de cubrir el cuerpo de la niña en aceite, acomodarlo, esconder la ropa, borrar el WathsApp, empacharle al pederasta las ñatas de coca, llenarle el buche de aguardiente y mandarlo a una clínica siquiátrica para que pudiera alegar una inimputabilidad, salvándose así del canazo en el que anda.
Al abogado se le debe investigar por lo que pudo haber pasado, es necesario investigar las hipótesis que plantea mi columna, que fueron dadas a conocer tal y como me decía el código de ética de El Tiempo que lo hiciera: Como las dudas que surgían de ese proceso, repleto de lagartos, delfines, lobos y pirañas, en el que hervían amigos y familiares del Fiscal General, del Procurador y muy especialmente la firma Brigard & Urrutia, la más prestigiosa del país, aquella que es cercana a EL Tiempo y que asesora varios de sus anunciantes.
Hipótesis, escritas tal y como se permite en la opinión, en la critica, pero sobre todo como se ha narrado durante años la crónica judicial y criminológica cuyo objeto es hipotético, porque todo juicio es una telaraña de conjeturas en el que existen tantas verdades como moscas pegadas: El fiscal acusa basado en una hipótesis, la defensa defiende su hipótesis y el juez todo lo resuelve todo a partir de otra, tan personalísima y subjetiva como las demás.
Por eso es que a esa reunión a la que me citó José Antonio Sánchez director de contenido, allá en la sede de ese periódico que le había visto leer a mi bisabuelo desde que estaba en el Kinder, llegué convencido de que no había ningún tipo de afirmación calumniosa en mi escrito, pero aún así estaba dispuesto a ceder y a hacer lo que me pedían que hiciera: Que retirara a las buenas el articulo, que siguiera escribiendo y dejara de hacer tanta bulla.
Contando las 5 páginas en que fue publicado además del Tiempo, el artículo había sido leído ya por más de 2 millones de personas, es decir, allí seguiría bailando en esa discoteca luminosa que es el mundo virtual, y yo tenía aún muchas más cosas que decir, parecía buen negocio, podría permanecer en el periódico, por solo eliminar ese artículo del Blog. En realidad, viéndolo objetivamente, no es que perdiera mucho.
Pero allá dentro, en esa masa babosa en la que anida lo irracional, volaban unas aves negras, eran los chulos que planeaban sobre el cadáver en que empecé a ver convertidos mis ideales.
Lo dije, sin saber que le iba a molestar tanto al doctor Sánchez que me miraba con sus ojos claros de monseñor, que después de haberse burlado de mis tenis Vans de superhéroes, personificado con su calva diamantina, se me empezó a parecer como un perverso Lex Luthor criollo.
- Es que se trata de niños pobres que compran los ricos, que son violados todos los días, los mismos que se pierden cuando los papás tienen turnos de noche y no vuelven a aparecer- le dije tanteándolo.
- ¿Usted no cree que Daniel, que puede estar realizando afirmaciones sin pruebas en el afán de que se haga justicia?- evadiendo el tema con una pregunta.
- No estoy realizando ninguna afirmación, son ecuaciones criminológicas basadas en unos hechos, no doy nada por cierto, simplemente planteo dudas- Le contesté-…que es lo que me dice el código de ética que debo hacer- añadí.
- ¿Y qué hago yo con las quejas de los que se sienten ofendidos? – volviendo con esa dialéctica seca, proveniente de aquella personalidad artificial que me hacía sentir frente al gerente de una sucursal bancaria, no hablaba con el periodista que definía qué iba y qué se quedaba en un periódico.
- Estoy dispuesto a irme juicio y si después de una sentencia me toca empeñar mi vida entera para pagar lo que me pidan, pues lo hago y me rectifico. Pero no ahora. Son niños torturados…asesinados- agregué repitiendo exactamente lo mismo que había venido diciendo en los mails que precedían la reunión.
- Es que hemos recibido muchas quejas, me respondió, pero además… ¿Ha pensado usted Daniel, cómo quedaría la marca EL TIEMPO si a usted le toca rectificarse?
En ese momento, frente esa respuesta que ponderaba la sensibilidad de la marca por sobre una denuncia de pederastia, supe que aunque lo que más quería era ceder y seguir en el periódico, no iba a poder. Si se hubiera tratado de una imprecisión, de una mentira, de un agravio injustificado a quien quiera que fuera, no hubiera tenido reparo en retirar cualquier artículo y hasta pedir disculpas, pero me estaban obligando a bajar precisamente ese artículo que hablaba del trafico de niños, y que yo estaría colaborando, así sea con una migaja, en propiciar esta pandemia parafílica que llevaba muchos años infectando el país.
- Pues lo siento mucho por la marca- le contesté exprimiendo en mi rostro una sonrisa- pero no bajo el artículo y no le cambio una coma- añadí.
Hecho que después de la reunión le reiteré en un E-mail, en el que propuse una nota aclaratoria al final del escrito, en ella advertía que la criminología se basa en el tratamiento de diversas hipótesis.
Después vino la llamada que me hizo el doctor Sánchez, en la que me dijo que no solo habían decidido retirar el articulo, sino también darme un patadón y cerrar mi espacio. Estuve devastado durante unas horas, pero poco a poco me empecé a sentir más liviano, relajado y feliz, supe que ya no me estaban pesando esos cadáveres, que mis ideales se habían vuelto a levantar y que ya no habían chulos en el cielo.
EL TIEMPO, ¿ampara pedófilos?
¿Los ampara? ¿Puede una institución como El Tiempo, estar colaborando en el encubrimiento de una oscura cofradía de millonarios colombianos que violan, torturan y asesinan sistemáticamente niños pobres? Esa es la pregunta, el planteamiento hipotético que bien puede quedar o no resuelto, tras la lectura de estos párrafos saltarines que a algún lugar habrán de llevarlos a todos.
Como siempre me habré de esforzar, por hacerlo simple, por lograr tenerlos amarrados a las palabras, en esta lucha voraz y consciente de quien quiere trasmitir una idea, sin que sus lectores tengan que hacer ningún esfuerzo por mantener los parpados abiertos.
Empecemos por ahí. Eso fue lo que empezó a rayar a El Tiempo. Que a muchos les interesaran mis artículos, que fueran los más leídos. Y por mucho. Presumo cuando hablo de cifras: mas de 600 mil visitas tuvo el artículo titulado, “Uribe Noguera, el Club el Nogal y la sociopatía institucional”. El que le seguía no llegaba a las 50 mil.
Empecé planteando la posible relación de Francisco Uribe Noguera, el hermano del homicida y socio de la firma de abogados Brigard Urrutia, con tanta evidencia mal acomodada en ese apartamento, con la desinformación de la policía, con la posible determinación de un acto de encubrimiento al pretender encaletar al hermano en una clínica psiquiátrica y con el hecho evidente de que un abogado penalista tenía que haber estado coordinando todo desde algún lado.
Los lobos, desde que empecé mi estudio sobre las reacciones sociopáticas de la élite Colombiana, empezaron a sentir que una pulga les picaba el lomo. El caldero había empezado a hervir desde que me atreví a denunciar el neoparamilitarismo y la corrupción que había en la Junta Directiva del Club el Nogal, pero con el caso de Uribe Noguera, me di a la tarea de quitarle a la bestia la mascara: Tenemos una élite sociópata. Una élite sin linderos, rapaz, inhumana, perversa, una élite descompuesta por los millares de simbolismos que la hacen injusta, corrupta y desconsiderada, concluyendo que el hecho que había llevado a Uribe Noguera a cometer el crimen, no era otro que la concepción que tienen los ricos de los pobres en Colombia: Unos guisos inferiores, para ellos son bestias incultas y sin gusto, a las que ven como animales cochinos, precisamente como tuvo que haber visto Uribe Noguera a esa niña indefensa, pues con una niña del Nueva Granada jamás hubiera hecho lo que fue capaz de hacer con Yuliana.
El segundo articulo, “Uribe Noguera y sus amigos pedófilos” salió al aire a los dos meses, cuando mágicamente el asunto había dejado de ensuciar las pantallas y micrófonos, parecía que al tema lo hubieran limpiado con el mismo aceite con el que refregaron ese día el cuerpo de la menor.
Esta vez las visitas se multiplicaron gracias al sentimiento de indignación que empezó a sacudir las redes, los clicks que cacheteaban el título no pararon durante los más de 20 días que alcanzó a estar al aire, hasta que recibí un mail de (marhan@eltiempo.com) Marcela Han Acero, directora de Blogs, en el que después de tanto tiempo de haberse publicado, me decía que tenía que retirar las acusaciones que hacía sobre Francisco Uribe Noguera, pues según ella yo no tenía como probarlas, me amenazaba con echarme de El Tiempo por violar el código de ética, cerrando el párrafo con esta elegante y suave sugerencia: “Tienes una hora para eliminar la entrada y quedas advertido”
Sentí que se empezaba a revolver el océano en mi consciencia, hasta allí habían llegado las pirañas, me empezaban a morder.
Estar en el periódico más importante del país era una oportunidad invaluable, ellos lo sabían, a la misma Marcela Han le agaché la cabeza cuando le pregunte porqué mis artículos no eran publicitados cuando se referían al actuar de los ricos colombianos, específicamente después de haber publicado “Toros, alimento de una élite sociópata”. A ella, muy reverente y hasta medio atortolado, le respondí que estaba de acuerdo y que entendía su respuesta, cuando me dijo que EL TIEMPO se reservaba el derecho de promocionar por sus redes el contenido que considerara pertinente.
Igual me vale güevo, pensé esa vez, la gente los lee y las redes los ponen a cabalgar al galope. No necesito ni del Facebook ni del Twitter de El Tiempo. Pero es que este último mail, en el que se me pedía retirar el artículo, me ponía a escoger entre mi mas grande interés, la posibilidad de escribir en una plataforma inmensa y reconocida, de alcance internacional y la razón que empuja mis dedos en el teclado y que no es otro, que dar a conocer la enfermedad mental estructural de nuestra clase alta, que estaba plasmada en ese artículo que terminaba denunciando un hecho incontrovertible: En Colombia existen redes de prostitución infantil, de niños menores de 11 años, que alimentan la sociopatía pederasta de algunos miembros de las altas esferas Colombianas, que desde un punto de vista criminológico son los más propensos a disfrutar de esta parafilia sexual.
También planteaba una serie de dudas sobre el caso Uribe Noguera.
Después de haber tenido tiempo de estudiar más a fondo el proceso y de escuchar algunos fiscales e investigadores en Paloquemao, en esta segunda parte iba más allá, habían hechos que merecían ser observados con especial detenimiento y que continúan generando perspicacias: la hora de la muerte de la niña no se ha determinado, nadie sabe si la niña estaba o no viva cuando Francisco Uribe Noguera entró al apartamento, es muy difícil que una sola persona haya matado a la niña pues fueron dos tipos de asfixia, por ahogamiento y por sofocación, por otra parte no está clara la intervención del abogado Juan David Riveros, quien ha caído en varias imprecisiones en las declaraciones que ha dado, luego, dentro del derecho constitucional que tengo a dar mi opinión, considero que no basta ni la imputación por encubrimiento que le acaba de hacer la fiscalía a Francisco, ni el silencio en el que se mantiene la misma, respecto del gran amigo del Fiscal General Néstor Humberto Martínez, el mencionado Doctor Riveros.
Francisco Uribe Noguera, de quien se sabe estuvo en el apartamento de la menor, que bien pudo haber estado viva en ese momento hasta que no se pruebe lo contrario, debe ser investigado también por el homicidio de la niña y el Doctor Riveros, con el pesar que me da estar atacando a un colega, por el solo hecho de ser penalista, haber estado medio día en contacto con Francisco, haber reconocido que lo asesoró, le dio consejos e indicaciones, debe vinculársele al proceso que cursa en contra del mayor de los Uribe Noguera por el encubrimiento del crimen, para que se investigue su posible participación como determinador del delito, es decir, como aquél que pudo haberle dicho al autor material como hacer todo: Darle la idea de cubrir el cuerpo de la niña en aceite, acomodarlo, esconder la ropa, borrar el WathsApp, empacharle al pederasta las ñatas de coca, llenarle el buche de aguardiente y mandarlo a una clínica siquiátrica para que pudiera alegar una inimputabilidad, salvándose así del canazo en el que anda.
Al abogado se le debe investigar por lo que pudo haber pasado, es necesario investigar las hipótesis que plantea mi columna, que fueron dadas a conocer tal y como me decía el código de ética de El Tiempo que lo hiciera: Como las dudas que surgían de ese proceso, repleto de lagartos, delfines, lobos y pirañas, en el que hervían amigos y familiares del Fiscal General, del Procurador y muy especialmente la firma Brigard & Urrutia, la más prestigiosa del país, aquella que es cercana a EL Tiempo y que asesora varios de sus anunciantes.
Hipótesis, escritas tal y como se permite en la opinión, en la critica, pero sobre todo como se ha narrado durante años la crónica judicial y criminológica cuyo objeto es hipotético, porque todo juicio es una telaraña de conjeturas en el que existen tantas verdades como moscas pegadas: El fiscal acusa basado en una hipótesis, la defensa defiende su hipótesis y el juez todo lo resuelve todo a partir de otra, tan personalísima y subjetiva como las demás.
Por eso es que a esa reunión a la que me citó José Antonio Sánchez director de contenido, allá en la sede de ese periódico que le había visto leer a mi bisabuelo desde que estaba en el Kinder, llegué convencido de que no había ningún tipo de afirmación calumniosa en mi escrito, pero aún así estaba dispuesto a ceder y a hacer lo que me pedían que hiciera: Que retirara a las buenas el articulo, que siguiera escribiendo y dejara de hacer tanta bulla.
Contando las 5 páginas en que fue publicado además del Tiempo, el artículo había sido leído ya por más de 2 millones de personas, es decir, allí seguiría bailando en esa discoteca luminosa que es el mundo virtual, y yo tenía aún muchas más cosas que decir, parecía buen negocio, podría permanecer en el periódico, por solo eliminar ese artículo del Blog. En realidad, viéndolo objetivamente, no es que perdiera mucho.
Pero allá dentro, en esa masa babosa en la que anida lo irracional, volaban unas aves negras, eran los chulos que planeaban sobre el cadáver en que empecé a ver convertidos mis ideales.
Lo dije, sin saber que le iba a molestar tanto al doctor Sánchez que me miraba con sus ojos claros de monseñor, que después de haberse burlado de mis tenis Vans de superhéroes, personificado con su calva diamantina, se me empezó a parecer como un perverso Lex Luthor criollo.
- Es que se trata de niños pobres que compran los ricos, que son violados todos los días, los mismos que se pierden cuando los papás tienen turnos de noche y no vuelven a aparecer- le dije tanteándolo.
- ¿Usted no cree que Daniel, que puede estar realizando afirmaciones sin pruebas en el afán de que se haga justicia?- evadiendo el tema con una pregunta.
- No estoy realizando ninguna afirmación, son ecuaciones criminológicas basadas en unos hechos, no doy nada por cierto, simplemente planteo dudas- Le contesté-…que es lo que me dice el código de ética que debo hacer- añadí.
- ¿Y qué hago yo con las quejas de los que se sienten ofendidos? – volviendo con esa dialéctica seca, proveniente de aquella personalidad artificial que me hacía sentir frente al gerente de una sucursal bancaria, no hablaba con el periodista que definía qué iba y qué se quedaba en un periódico.
- Estoy dispuesto a irme juicio y si después de una sentencia me toca empeñar mi vida entera para pagar lo que me pidan, pues lo hago y me rectifico. Pero no ahora. Son niños torturados…asesinados- agregué repitiendo exactamente lo mismo que había venido diciendo en los mails que precedían la reunión.
- Es que hemos recibido muchas quejas, me respondió, pero además… ¿Ha pensado usted Daniel, cómo quedaría la marca EL TIEMPO si a usted le toca rectificarse?
En ese momento, frente esa respuesta que ponderaba la sensibilidad de la marca por sobre una denuncia de pederastia, supe que aunque lo que más quería era ceder y seguir en el periódico, no iba a poder. Si se hubiera tratado de una imprecisión, de una mentira, de un agravio injustificado a quien quiera que fuera, no hubiera tenido reparo en retirar cualquier artículo y hasta pedir disculpas, pero me estaban obligando a bajar precisamente ese artículo que hablaba del trafico de niños, y que yo estaría colaborando, así sea con una migaja, en propiciar esta pandemia parafílica que llevaba muchos años infectando el país.
- Pues lo siento mucho por la marca- le contesté exprimiendo en mi rostro una sonrisa- pero no bajo el artículo y no le cambio una coma- añadí.
Hecho que después de la reunión le reiteré en un E-mail, en el que propuse una nota aclaratoria al final del escrito, en ella advertía que la criminología se basa en el tratamiento de diversas hipótesis.
Después vino la llamada que me hizo el doctor Sánchez, en la que me dijo que no solo habían decidido retirar el articulo, sino también darme un patadón y cerrar mi espacio. Estuve devastado durante unas horas, pero poco a poco me empecé a sentir más liviano, relajado y feliz, supe que ya no me estaban pesando esos cadáveres, que mis ideales se habían vuelto a levantar y que ya no habían chulos en el cielo.
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