Hasta el siglo XIX, lo que se sabía de la antigua Cartago era más
fruto de la lectura de los autores clásicos y del mito que de la
realidad arqueológica. Tras la tercera guerra púnica (149-146 a.C.), las
tropas romanas bajo el mando de Escipión Emiliano habían arrasado la
ciudad hasta sus cimientos, así que los estudiosos de la Antigüedad no
confiaban en que el subsuelo de la metrópolis norteafricana pudiese
ofrecer importantes hallazgos.
Pese a ello, una serie de arqueólogos aficionados indagaron en las
ruinas cartaginesas y hallaron restos de vías, de estructuras domésticas
y obras de ingeniería, correspondientes a la colonia romana fundada
sobre la capital púnica en el siglo I a.C., así como inscripciones,
esculturas y mosaicos de la misma época. En cambio, de la urbe
fenicio-púnica tan sólo se localizaron unas necrópolis que excavó un
religioso, el padre Louis-Alfred Delattre.
En 1921, el panorama de la investigación de la Cartago prerromana
se transformó repentinamente, cuando un saqueador de tumbas árabe
ofreció a un funcionario francés, Paul Gielly, una rara estela grabada
con símbolos de la diosa púnica Tanit. Gielly se apresuró a
comunicárselo a un compatriota, François Icard, jefe de la policía de
Túnez y a la vez coleccionista y buen conocedor del mercado negro de
antigüedades, quien quiso saber de dónde procedía tan interesante
pieza.
Burlado en primera instancia por el árabe, que le indicó un lugar
erróneo donde excavar, Icard lo puso bajo vigilancia y una noche lo
sorprendió in fraganti extrayendo diversas estelas votivas de un pozo
que había cavado en unos terrenos situados a pocos metros del antiguo
puerto, entre las actuales rue Hannibal y rue des Suffètes. Así, por un
azar del destino, se descubrió el santuario de Tanit o Tofet.
El tofet de Cartago, también llamado tofet de Salambó, es una antigua
área sagrada dedicada a las deidades fenicias Tanit y Baal, ubicada en
el barrio cartaginés de Salambó, cerca de los puertos púnicos. Data de
entre los siglos VII y II a. C., y alberga restos que en un 90%
corresponden a niños cuya edad oscila entre recién nacidos y tres años.
El otro diez por ciento son cabras y ovejas, animales también empleados
como ofrenda. En las estelas de piedra, de carácter votivo, aparecen los
nombres de Tanit y Baal como destinatarios de los sacrificios. En 1921,
se descubrió una estela que representa a un sacerdote con un sombrero
propio de su cargo y sosteniendo a un niño en brazos.
Sabemos que los tofets cartagineses son áreas sagradas donde se enterraron los restos calcinados de niños, conservados en urnas y al pie de unas estelas conmemorativas. El tofet de la ciudad de Cartago es el más conocido, pero esta práctica también se adoptó en las antiguas colonias fenicias que se anexionó Cartago: Sicilia, Cerdeña y Malta. ¿Sacrificaron los cartagineses a sus niños o los tofets simplemente eran cementerios para niños que murieron de forma prematura?
Cada vez está más claro que las historias sobre el sacrificio de
niños cartagineses son verdaderas. Los griegos y romanos así lo aseguran
y esta creencia formó parte de la historia popular de Cartago en los
siglos XVIII y XIX. Niños y niñas que apenas contaban unas semanas de
vida fueron sacrificados por los cartagineses en los tofets. Las
inscripciones sobre las losas de las tumbas eran dedicatorias de los
padres a los dioses que finalizaban con el ruego de ser escuchados y
bendecidos.
Referencias de estos sacrificios ...
Los romanos hicieron recaer sobre los cartagineses graves
acusaciones. Existen numerosos testimonios que hablan de cómo en
momentos de especial peligro sacrificaban niños a los dioses quemándolos
vivos, creyendo asegurar así la protección divina. En la Biblia aparece
la misma acusación contra los vecinos idólatras, que sacrificaban a sus
hijos. El lugar destinado a estos sacrificios era denominado tofet.
- Y han edificado los lugares altos del Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que Yo (Yahvé) no les mandé, ni subió en mi corazón. Por tanto, he aquí vendrán días, ha dicho Yahvé, en que no se diga más Tofet, ni valle del hijo de Hinom, sino Valle de la Matanza; y serán enterrados en Tofet, por no haber lugar. (Jeremías, 7, 31-32)
Los textos fenicios antiguos hacen mención del sacrificio. Hay un
documento en Ugarit que habla con toda claridad del ofrecimiento para
invocar la protección de Baal y obtener la victoria. Filón de Biblos y
Eusebio de Cesarea nos han dejado el testimonio de cómo los fenicios
importantes sacrificaban a sus hijos, y según Justino fue la legendaria
reina Dido quien inició el rito. Diodoro Sículo describe una de estas
ceremonias en las que el sacerdote degollaba a un niño que se colocaba
sobre los brazos de una estatua de bronce. Después se le arrojaba al
fuego en presencia de su familia.
Era frecuente entre los generales ofrecer esta clase de sacrificios en momentos cruciales para Cartago. En el 310 a. C., sitiados por Agatocles de Siracusa, los cartagineses sacrificaron a 500 hijos de familias ilustres, por considerar que la ofrenda tendría más valor que la de simples esclavos. Tertuliano denunciaba que aún durante el siglo II continuaba en secreto esta práctica pese a todas las prohibiciones de los emperadores.
Era frecuente entre los generales ofrecer esta clase de sacrificios en momentos cruciales para Cartago. En el 310 a. C., sitiados por Agatocles de Siracusa, los cartagineses sacrificaron a 500 hijos de familias ilustres, por considerar que la ofrenda tendría más valor que la de simples esclavos. Tertuliano denunciaba que aún durante el siglo II continuaba en secreto esta práctica pese a todas las prohibiciones de los emperadores.
- Pongo por testigos a los soldados de mi padre que ejecutaron esas órdenes de los procónsules romanos. Los propios padres acudían a ofrecer sus hijos, y lo hacían gustosos; los acariciaban para impedir que llorasen en el momento de ser sacrificados. (Tertuliano)
Porfirio de Tiro, De la abstinencia, II, 56, 1:
- Los fenicios, en caso de grandes calamidades como las guerras, las epidemias o las sequías, sacrificaban a una víctima tomada de entre los seres que más apreciaban y que designaban por votación como víctima ofrecida a Cronos.
Plutarco, De la superstición, XIII:
- Es en plena consciencia y conocimiento que los cartagineses ofrecían a sus hijos y quienes no los tenían los compraban de los pobres como a los corderos o aves, mientras que la madre estaba de pie sin lágrimas ni lamentos. Si ella se lamentaba o lloraba, perdería el precio de la venta y el niño no dejaba de ser sacrificado; sin embargo, todo el espacio delante de la estatua era llenado del sonido de las flautas y de los tambores a fin de que no se pudieran escuchar los gritos.
Tertuliano, Apologética, IX, 2-3:
- Los niños eran sacrificados públicamente a Saturno, en África, hasta el proconsulado de Tiberio, quien hizo exponer a los propios sacerdotes de ese dios, atados vivos a los árboles de su templo, que cubrían los crímenes de su sombra: Juro por mi padre, quien, como soldado, ejecutó esta orden del procónsul. Pero, aún hoy en día, ese sacrificio criminal sigue en secreto.
En territorio español no se ha encontrado ningún tofet fenicio, aunque
hay indicios de alguna clase de práctica de sacrificios humanos. En
Cádiz hay un grupo de enterramientos de niños de hasta diez años cuyos
cráneos evidencian haber sido golpeados violentamente. Esto seguramente
guarda relación con las reformas de César en las bárbaras costumbres
gaditanas, y con una primitiva forma de sacrificio infantil recogido en
los textos de Ugarit: el aplastamiento con maza, el arma simbólica que
debía emplear el dios invocado para aplastar al enemigo.
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