
Es obsesivo con sus lecturas: lee caóticamente, sin un orden establecido, es decir, puede leer 10 o 15 novelas o libros a la vez. Una vez que termina de leer un libro, hace anotaciones respectivas en hojas que conserva en una carpeta en su escritorio de trabajo. Es un ejercicio habitual que le permite hacer una lectura más profunda, visceral y real, que le otorga, al menos la ilusión, de una comprensión cabal de lo leido.
También escribe, pero poco o nada ha publicado porque rehuye claramente las vanidades mundanas del reconomiento y la fama, que podría obtener de sobra. Tiene una clara inclinación por la novela y la poesía, aunque últimamente se está decantando en secreto por un profundo lirismo, escribiendo numerosos sonetos a chicas joyeras o estudiantes de literatura (incluso a alguna que otra vecina de su edificio a la que inconfesablemente desea y que en ocasiones le persigue a él, golpeando su puerta para pedir una taza de azucar (vulgar estrategema, obviamente)).
Se reune todos los jueves en el café-restaurante La Romana en el centro
de la ciudad, con un cúmulo de seguidores entre estudiantes y amigos que
le han seguido la pista y le interrogan sobre temas varios. Hablan de
asuntos muy heterogéneos: desde amor, psicoanálisis, autores de libros,
esoterismo, cocina, cuidado de los gatos, hasta la violencia en el país,
la lluvia, de la imposibilidad de la paz perpetua, de religión y
diseño. De cuando en cuando suelen formarse acaloradas discusiones que
suelen terminar en el apartamento del profesor o en la casa de algún
otro despistado asistente a las tertulias o simplemente en behodas y
bullosas sesiones que prometen continuar con justicia el siguiente
jueves.
El profesor Ambrosio ha evadido constantemente el compromiso sentimental: prefirió la cultura, el arte y la vida universitaria a la condena segura de una vida en pareja rutinaria, abyecta y atroz que le parecía tanto como la muerte misma. Por eso decidió volcar su pulsión en la literatura y en su activísima vida académica, en actividades que no le permitieran una mínima abertura de riesgo. Immanuel kant fue su Alter ego por mucho tiempo, pero algo habría de pasar que cambiaría el rumbo aparentemente tranquilo de los acontecimientos. El profesor ama a las mujeres, las desea, pero las rechaza, o por lo menos huye de ellas. Dice que enamorarse es una aberración. Alguna teoría impertinente de uno de sus acólitos tertulianos afirmó que el profesor sufrió una fuerte desilusión en su juventud de la que nunca supo recuperarse. Puede haber algo de verdad en ello, pero no por eso deja de ser una impertinencia, una falta de respeto y una intromisión que no debería repetirse, aunque el profesor nunca se entere.
Cabe anotar que Ambrosio es un personaje de ficción pero no por eso es menos real. A partir de hoy tendrá una presencia viva y patente en todas las historias que de él haremos en este apartado, con la conciencia de que su pensamiento es verdadero. —El cuerpo —dijo una vez el profesor —es un mero engaño, una ilusión necesaria y transitoria, un vehículo para comprender la verdad profunda de las cosas que es a lo que todos estamos llamados.
Bienvenidos.
El profesor Ambrosio ha evadido constantemente el compromiso sentimental: prefirió la cultura, el arte y la vida universitaria a la condena segura de una vida en pareja rutinaria, abyecta y atroz que le parecía tanto como la muerte misma. Por eso decidió volcar su pulsión en la literatura y en su activísima vida académica, en actividades que no le permitieran una mínima abertura de riesgo. Immanuel kant fue su Alter ego por mucho tiempo, pero algo habría de pasar que cambiaría el rumbo aparentemente tranquilo de los acontecimientos. El profesor ama a las mujeres, las desea, pero las rechaza, o por lo menos huye de ellas. Dice que enamorarse es una aberración. Alguna teoría impertinente de uno de sus acólitos tertulianos afirmó que el profesor sufrió una fuerte desilusión en su juventud de la que nunca supo recuperarse. Puede haber algo de verdad en ello, pero no por eso deja de ser una impertinencia, una falta de respeto y una intromisión que no debería repetirse, aunque el profesor nunca se entere.
Cabe anotar que Ambrosio es un personaje de ficción pero no por eso es menos real. A partir de hoy tendrá una presencia viva y patente en todas las historias que de él haremos en este apartado, con la conciencia de que su pensamiento es verdadero. —El cuerpo —dijo una vez el profesor —es un mero engaño, una ilusión necesaria y transitoria, un vehículo para comprender la verdad profunda de las cosas que es a lo que todos estamos llamados.
Bienvenidos.
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