lunes, 26 de noviembre de 2018

Sun Is Shining | Axwell Λ Ingrosso

Nota: Clickea en el video de más abajo y canta la canción siguiendo la Lírica o Lyrics de esta maravillosa canción (Sun is Shining - Axwell).

A simple band of gold
Wrapped around my soul
Hard forgiving, hard forget

Faith is in our hands
Castles made of sand
No more guessing, no regrets

Then you came my way on a winter's day
Shouted loudly come out and play
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

And we're gonna be alright
Dry your tears and hold tight
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

And we're gonna be alright
Dry your tears and hold tight
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

Diamonds to behold, waiting to unfold
Bite the bullet, bite your tongue

Love beyond belief
Raid the seven seas
Come uneven, come undone

Then you came my way on a winter's day
Shouted loudly come out and play
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

And we're gonna be alright
Dry your tears and hold tight
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

Sun is shining and so are you [6x]

Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

And we're gonna be alright
Dry your tears and hold tight
Can't you tell I got news for you
Sun is shining and so are you

Sun is shining and so are you [8x]

jueves, 25 de octubre de 2018

La comprensión del Destino

Quizá el profesor Ambrosio lo comprendió desde que era un joven estudiante de filosofía. O tal vez en algún perdido libro de su gruesa biblioteca familiar. O cuando leyó alguna línea en algún perdido libro de esos que conservaba su abuela paterna en cajas de madera corredizas debajo de la cama de su tío. Quizá un día se levantó de la cama con esa certidumbre y al poco tiempo entendió que su destino ya estaba marcado. O a lo mejor fue después de aquella vez, en el ya lejano pasado, en que conoció a esa niña de naricita respingada, de pelo rojizo y alborotado, cubierto a veces por una gorra gris que significó mucho para ella. Estilizada, ágil, blanca, de mirada extraviada, perdida, depresiva. A esa muchacha de voz ondulada y graciosa, de rasgos finos, sutiles, cálidos y adornada por una belleza incalculable. A esa chica que vestía casi siempre de negro, protegiendo su piel blanca y delicada, esa piel que siempre emanaba un aroma a frío bosque septentrional. A esa muchachita de ojos apagados cuyo fuego quiso encender y mantener vivo como una braza. Sí, tal vez fue en ese momento, cuando la conoció. Cuando tiempo después advirtió que algo en su interior se comenzó a agitar. Muy probablemente Ambrosio no fue consciente sino hasta mucho tiempo después de eso, cuando pasó ese huracán que se llamaba ella, y dejó los destrozos. Solo fue consciente cuando se despertó una mañana y vislumbró todo alrededor hecho pedazos. O cuando colocó el último ladrillo después de la larga reconstrucción y vio que ya estaba resuelto. Aún cuando las apariencias indicaban que ya parecía verse algo parecido al orden, a lo lejos, en lozanía, podían adivinarse todavía ciertas ruinas que no cesaban de humear. O tal vez nunca lo entendió y siguió su vida como si ya los destrozos no existieran.

Ya no recuerda muy bien que sucedió con ella. Su memoria comienza a apagarse, pues no en vano pasan los años y el devenir de la vida ayuda a forjar un carácter donde esos episodios de antaño se quedan como eso, recuerdos a veces falseados, exagerados o echados en el olvido casi que para siempre.

Ambrosio le escribió un libro de cuentos y una novela a aquella muchachita. Los cuentos lograron cierta notoriedad y le valieron varios premios nacionales e internacionales. Su intención real era llamar su atención, pero no lo logró. La fama, el reconocimiento, los micrófonos y toda esa parafernalia de los escritores vedette, le tenía sin cuidado.

Luego de eso se embarcó con mucha violencia a escribir y a su carrera como profesor de filosofía. 

Tal vez, en una soleada mañana de sábado, en su gran apartamento, en frente del gran ventanal que le daba una vista hermosa de la ciudad, mientras fumaba un cigarrillo, entendió cuál era su destino y con él el de todos los escritores que habían nacido antes que él y los que vendrían después: que la soledad, a veces dolorosa, es la única compañera fiel del artista verdadero, y que el amor, o más bien, el simulacro del amor, no es más que el basamento de su obra venidera.

martes, 18 de septiembre de 2018

Johnny Cash - Hurt (Logan Version) | Preludio Vlog

Nota: Clickea en el video de más abajo y canta la canción siguiendo la Lírica o Lyrics de esta maravillosa canción (Hurt - Johnny Cash) de la película Logan.

[Verso 1]
I hurt myself today
To see if I still feel
I focus on the pain
The only thing that's real
The needle tears a hole
The old familiar sting
Try to kill it all away
But I remember everything

[Coro]
What have I become
My sweetest friend?
Everyone I know
Goes away in the end
And you could have it all
My empire of dirt
I will let you down
I will make you hurt

[Verso 2]
I wear this crown of thorns
Upon my liar's chair
Full of broken thoughts
I cannot repair
Beneath the stains of time
The feelings disappear
You are someone else
I am still right here

[Coro]
What have I become
My sweetest friend?
Everyone I know
Goes away in the end
And you could have it all
My empire of dirt
I will let you down
I will make you hurt

[Outro]
If I could start again
A million miles away
I would keep myself
I would find a way

domingo, 16 de septiembre de 2018

La Era de la angustia | Psicoanálisis | Preludio al Paraiso

El psicoanálisis es una práctica que rescata la singularidad. El saber producido en el análisis de un sujeto no puede ser aplicado en el tratamiento de otro. El análisis del mismo síntoma en dos personas diferentes arroja determinaciones y causas radicalmente diferentes. Desde esta perspectiva todo síntoma es particular.

Sin embargo, la experiencia analítica permite circunscribir ciertas coordenadas subjetivas que constituyen lo que llamamos Subjetividad de la época. El sujeto de la experiencia analítica no es ahistórico, sino epocal.

Esto nos permite aislar síntomas sociales característicos de cada época; y así como afirmamos que el síntoma patognomónico del siglo XIX fue la insatisfacción (por represión) del deseo, formulamos que el síntoma social propio del siglo XXI es la angustia.

Vivimos en la era de la angustia y encontramos su presencia no solo detrás de los síntomas clínicos más habituales sino además detrás de las acciones y de los modos de vinculación característicos de nuestra época.

Prácticamente no hay una sociedad en cualquier zona del planeta que no viva bajo los efectos de la angustia: sea que se la vincule con la posibilidad de ataques terroristas o se la relacione con los efectos de la acción de grupos económicos transnacionales que producen la miseria de poblaciones enteras, o con la “invasión” de estos indigentes a los países económicamente más desarrollados, o con el envenenamiento del medio ambiente por la utilización de agroquímicos y el calentamiento global, o con la posibilidad de una contienda bélica de carácter planetario, o con –más modestamente- la posibilidad de perder el trabajo y no poder mantener y educar a los hijos.

El psicoanálisis postula que el hombre del siglo XXI ha perdido su lugar en el orden social porque este “se ha desordenado” y las instituciones en que este orden se encarnaba se diluyen progresivamente: el rol cardinal de la familia se licúa a favor de saberes especializados que enseñan cómo se debe educar; las figuras de autoridad (herederas del padre) languidecen, las naciones-estados dejan su lugar al mercado mundial y los ciudadanos se convierten en consumidores.

El debilitamiento y la progresiva caída de este orden (eminentemente simbólico) barre con las identificaciones subjetivas “clásicas”, que son sustituidas por modelos pret-à-porter provistos por el mercado; las manifestaciones subjetivas se aplastan y crece, cada vez a un ritmo más sostenido, la incidencia de las imágenes, la sujeción a los objetos que nos provee la técnica y el empuje a encontrar, en ellos, nuestra única forma de satisfacción.

No es de extrañar la omnipresencia de la angustia, de la vida amenazada por los ataques de pánico que presentifican, a su manera, la disolución de todas las coordenadas subjetivas. No es de extrañar la búsqueda (a veces torpe) de un ámbito en que lo subjetivo se aloje. En estas condiciones, el psicoanálisis del siglo XXI juega su partida.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Guía Cinematográfica del Perverso | Zyzek - PARTE I

Slavoj Zyzek, conocido por los inquietos en temas de humanística y filosofía contemporánea, ha participado en varios documentales y entrevistas donde despliega sus posiciones respecto a la sociedad y al mundo.

En esta ocasión presentamos un documental llamado“Guía Cinematográfica del Perverso” donde desde la filosofía y el psicoanálisis, realiza una sesuda exploración de varias obras cinematográficas desde aquellas dos disciplinas, pero especialmente desde la 'ciencia de la mente'.

Zyzek encarna la figura del filósofo e intelectual como Rock Star, en esta extraña época hábida de líderes en todos los campos, una época donde las ciencias humanas (en especial la filosofía) están amenazadas por sectores que quieren decapitarla de las universidades y colegios del mundo. Sí, seguramente es hoy cuando más requerimos de líderes que iluminen el camino de estos nuevos tiempos donde la incertidumbre es la norma. ¡¡Qué lo disfruten!!


domingo, 26 de agosto de 2018

La Sociedad Juliette | Sasha Grey


Sasha Grey es el nombre artístico de Marina Ann Hantzis. Eligió el apellido Grey porque para ella representa dos cosas: el Dorian Grey de Oscar Wilde y la escala Kinsey de sexualidad, simbolizada por el color gris. Nació en 1988 en Sacramento (California) y es actriz, guionista, fotógrafa, estrella del porno, artista transgresora, música experimental y escritora.

Durante el año 2005 acudió a la universidad, donde tomó clases de cine, danza y actuación, que compaginó con un trabajo semanal. Aunque poco después se mudó a Los Ángeles para probar suerte como actriz porno, un género cinematográfico que le apetecía probar debido a que tenía un gran apetito sexual y ansias de descubrirse a sí misma. Grey fue proclamada como una gran actriz porno, sobre todo porque en esa época el género estaba en su mayor apogeo. 

Sinopsis


Antes de que empieces a leer este libro, dejemos las cosas claras.
Quiero que hagas tres cosas por mí.
Uno
No te ofendas por nada de lo que leas a continuación.
Dos
Olvida tus inhibiciones.
Tres
(y muy importante). A partir de ahora, todo lo que voy a contarte debe quedar entre tú y yo.

Catherine, una joven estudiante de cine con una gran inquietud sexual, descubre la existencia de un club selecto y misterioso, lugar de encuentro para hombres poderosos que anhelan explorar el lado más oscuro de sus fantasías sexuales.

Pero aunque estas nuevas experiencias, que Catherine jamás había soñado en llevar a cabo, hacen que alcance momentos de intenso placer, también amenazan con destruir todo lo que es importante para ella.

Deja que Sasha Grey te introduzca en una sociedad secreta donde imperan



Si deseas leer el libro en línea sigue el siguiente enlace. Aún así, recomendamos encarecidamente que compres el libro y original en tu librería local de confianza:

martes, 21 de agosto de 2018

El sacerdote y su amor | Yukio Mishima

(14 de enero de 1925 – 25 de noviembre de 1970) Nació en Tokio, Japón. Kimitake Hiraoka, mejor conocido como Yukio Mishima, fue un novelista, dramaturgo, actor, director y poeta japonés. Yukio Mishima fue nominado al Premio Nobel de Literatura en tres ocasiones. El escritor japonés llegó a adquirir tanta fama y popularidad que es considerado uno de los autores japoneses más significativos del siglo XX. Escritor prolífico, produjo varias obras sólo por el lucro. Su catálogo creativo incluye una película, un libreto, dieciocho guiones, veinte libros de ensayos, veinte libros de ficción y cuarenta novelas. Su obra más significativa combina estilos modernos literarios con elementos tradicionales japoneses, donde la sexualidad y moralidad son temas constantes. Mishima ganó el Premio Shincho, el Premio Kishida por Drama, el Premio Yomiuri a la mejor novela, y el Premio Yomiuri por el mejor drama.


El sacerdote y su amor


De acuerdo con La esencia de la Salvación, de Eshin, los Diez Placeres no son nada más que una gota de agua en el océano comparados con los goces de la Tierra Pura. El suelo es, allí, de esmeralda y los caminos que la cruzan, de cordones de oro. No hay fronteras y su superficie es plana. Cincuenta mil millones de salones y torres trabajadas en oro, plata, cristal y coral se levantan en cada uno de los Precintos sagrados. Hay maravillosos ropajes diseminados sobre enjoyadas margaritas. Dentro de los salones y sobre las torres una multitud de ángeles tocan eternamente música sagrada y entonan himnos de alabanza al Tathagata Buda. Existen grandes estanques de oro y esmeralda en los jardines para que los fieles realicen sus abluciones. Los estanques de oro están rodeados de arena de plata y los de esmeralda, de arena de cristal. Hay plantas de loto en las fuentes que brillan con mil fuegos cuando el viento acaricia la superficie del agua. Día y noche el aire se colma con el canto de las grullas, gansos, pavos reales, papagayos y Kalavinkas de dulce acento que tienen rostros de mujeres hermosas. Estos y otras miríadas de pájaros cien veces alhajados elevan sus melodiosos cantos en alabanza a Buda. (Aun cuando sus voces resuenen dulcemente, esta inmensa colección de aves debe resultar extremadamente ruidosa).

Las orillas de estanques y ríos están cubiertas de bosquecillos con preciosos árboles sagrados que poseen troncos de oro, ramas de plata y flores de coral. Su belleza se refleja en las aguas. El aire está colmado de cuerdas enjoyadas de las que cuelgan legiones de campanas preciosas que tañen por siempre la Ley Suprema de Buda, y extraños instrumentos musicales, que resuenan sin ser pulsados, se extienden en lontananza por el diáfano cielo.

Una mesa con siete joyas, sobre cuya resplandeciente superficie se encuentran siete recipientes colmados por los más exquisitos manjares, aparece frente a aquellos que sienten algún tipo de apetito. No es necesario llevarse a la boca estas viandas. Basta deleitarse con su aroma y colores. En tal forma, el estómago se satisface y el cuerpo se nutre mientras que el sujeto se mantiene espiritual y físicamente puro. Una vez terminada la merienda, los recipientes y la mesa desaparecen.

De la misma manera, el cuerpo se viste automáticamente sin necesidad de coser, lavar, teñir o zurcir.
Las lámparas tampoco son necesarias, pues el cielo está iluminado por una luz omnipresente. Además, la Tierra Pura goza de una temperatura moderada durante todo el año, haciendo innecesario refrescarse o abrigarse. Cien mil esencias tenues perfuman el aire y pétalos de loto caen en constante lluvia.

En el capítulo de “El Portal de Inspección” se nos enseña que, visto y considerando que los no iniciados no pueden adentrarse profundamente en la Tierra Pura, deben ocuparse en despertar sus poderes de “imaginación exterior” y, luego, en engrandecerlos continuamente. El poder de la imaginación permite escapar a las trabas de nuestra vida mundana y contemplar a Buda. Si estamos dotados de una rica y turbulenta fantasía, podremos concentrar nuestra atención en una sola flor de loto y, desde allí, expandirnos hacia infinitos horizontes.

A través de una observación microscópica y de cierta proyección astronómica, la flor de loto puede convertirse en los cimientos de una teoría del universo y en el agente por medio del cual nos será posible percibir la Verdad. En primer lugar, debemos saber que cada pétalo tiene ochenta y cuatro mil nervaduras, y que cada nervadura posee ochenta y cuatro mil luces. Más aún, la más pequeña de estas flores tiene un diámetro de doscientos cincuenta yojana. Presumiendo que el yoyana del cual hablan las Sagradas Escrituras corresponde a setenta y cinco millas cada uno, podemos llegar a la conclusión de que una flor de loto de un diámetro de diecinueve mil millas no es de las más grandes.

Pues bien, esa flor tiene ochenta y cuatro mil pétalos y dentro de cada uno hay un millón de joyas resplandecientes con mil luces diferentes. Sobre el cáliz bellamente adornado de la flor se levantan cuatro alhajados pilares, cada uno de los cuales es cien billones de veces más grande que el Monte Sumeru, que sobresale en el centro del universo budista. Grandes tapices cuelgan de sus pilares. Cada uno de ellos está adornado con cincuenta mil millones de joyas que emiten ochenta y cuatro mil luces por unidad. Cada luz está compuesta de ochenta y cuatro mil tonos diferentes de oro.

La concentración en tales imágenes es conocida como “Pensamiento del asiento de Loto en el que se sienta Buda”, y el mundo que se vislumbra como fondo de nuestra historia es un mundo imaginado en esa escala.

El sacerdote del Templo de Shiga era un hombre de gran virtud. Sus cejas eran muy blancas y apenas podía con sus huesos. Recorría el templo de un lado a otro, apoyado en un bastón.
A los ojos de este sabio asceta el mundo sólo era un montón de basura. Había vivido retirado durante muchos años y el pequeño retoño de pino que había plantado con sus propias manos, al mudarse a su celda actual era ya un gran árbol cuyas ramas se agitaban al viento. Un monje que había logrado abandonar el Mundo Fluctuante desde tanto tiempo atrás, debía nutrir gran seguridad respecto a su futuro.

Sonreía, compasivo, frente a nobles poderosos, y reflexionaba acerca de la imposibilidad que demostraba aquella gente en advertir que los placeres no eran sino sueños vacíos. Cuando contemplaba a alguna mujer hermosa, su única reacción era experimentar piedad por los hombres que aún habitan el mundo de las desilusiones y se sacuden en las olas del deseo carnal.

Cuando un hombre no responde a las motivaciones que regulan el mundo material, ese mundo parece sumergirse en un completo reposo. Para los ojos del Gran Sacerdote, el mundo sólo ofrecía reposo, estaba reducido a un dibujo, al mapa de cierta tierra extranjera. Cuando se ha alcanzado el estado de ánimo en el cual las pasiones indignas del mundo han desaparecido, también se olvida el temor. Es por esta razón que el Sacerdote no podía explicarse la existencia del Infierno. Sabía, más allá de toda duda, que el mundo no ejercía ya ningún poder sobre él, pero como carecía por completo de soberbia no se detenía a pensar que ello se debía a su enorme virtud.

En cuanto a su cuerpo, podía decirse que ya no tenía casi carne. Al bañarse se regocijaba viendo cómo sus huesos salientes estaban precariamente cubiertos por carne marchita. Habiendo su cuerpo alcanzado ese estado, podía avenirse a él como si perteneciera a otra persona. Un cuerpo en tales condiciones parecía estar más calificado para ser nutrido por la Tierra Pura que por alimentos y bebidas terrestres.

Soñaba noche a noche con la Tierra Pura y, al despertar, sólo sabía que subsistir en este mundo significaba estar atado a una triste ensoñación evanescente.

Cuando llegaba la época de admirar las flores, gran cantidad de gente venía de la capital con el objeto de visitar la villa de Shiga. Esto no molestaba al sacerdote, ya que hacía tiempo que había superado el estado en el que los ruidos del mundo pueden irritar la mente.

Abandonó su celda, en un atardecer de primavera, y caminó hacia el lago. Era la hora en que las sombras del crepúsculo avanzan lentamente sobre la brillante luz de la tarde. Ni el más leve movimiento agitaba la superficie del agua. El sacerdote se detuvo en la orilla y comenzó a practicar el sagrado rito de la Contemplación del Agua.

En aquel momento, un carruaje tirado por bueyes, perteneciente a todas luces a una persona de alto rango, rodeó el lago y se detuvo cerca del sacerdote. Su dueña, una dama de la Corte del distrito Kyogoku de la Capital, poseía el alto título de Gran Concubina Imperial. Esta dama deseaba contemplar el paisaje de Shiga en la recién llegada primavera y, al regresar, había hecho detener el carruaje. Alzó la cortina para echar una última mirada al lago.

El Gran Sacerdote miró, casualmente, en esa dirección y, de inmediato se sintió abrumado por tanta belleza. Sus ojos se encontraron con los de la mujer y, como no hiciera nada por apartarlos, ella no trató de ocultarse.

Su liberalidad no era tanta como para permitir que los hombres la miraran con apasionamiento; pero reflexionó que los motivos de aquel austero y viejo asceta no podían ser los mismos que los de los hombres comunes.

La dama bajó la cortina tras algunos minutos. El carruaje echó a andar y, después de cruzar el Paso de Shiga, se encaminó lentamente por la ruta que conducía a la Capital. Cayó la noche. Hasta que el carruaje no fue más que un punto entre los árboles lejanos, el Gran Sacerdote permaneció como petrificado en el mismo lugar.

En un abrir y cerrar de ojos el mundo se había vengado del sacerdote con terrible saña. Todo cuanto había creído tan inexpugnable, caía en ruinas.

Volvió al templo, contempló la imagen de Buda e invocó su Sagrado Nombre. Pero las sombras opacas de los pensamientos impuros se cernían sobre él. Se dijo que la belleza de una mujer no era más que una aparición fugaz, un fenómeno temporario compuesto de carne perecedera. Sin embargo, aunque intentaba borrarla, la inefable belleza que había contemplado junto al lago, pesaba ahora sobre su corazón con la fuerza de algo llegado desde una infinita distancia. El Gran Sacerdote no era lo suficientemente joven, ni física ni espiritualmente, como para creer que ese nuevo sentimiento era sólo una trampa que su carne le jugaba. La carne de un hombre, y lo sabía bien, no se agita tan rápidamente. Antes bien, tenía la sensación de haber sido sumergido en algún veneno sutil y poderoso que había alterado su espíritu.

El Gran Sacerdote no había quebrantado nunca su voto de castidad. La lucha interior librada en su juventud contra el deseo lo había llevado a considerar a las mujeres sólo como meros seres materiales. La única carne era la que existía realmente en su imaginación. Considerándola más como una abstracción ideal que como un hecho físico, confiaba en su fortaleza espiritual para subyugarla. En ese sentido, el sacerdote había triunfado. Nadie que lo conociera podría ponerlo en duda.

Pero el rostro de mujer que había levantado la cortina del carruaje era demasiado armonioso y refulgente como para ser designado como un mero objeto de la carne. El sacerdote no supo qué nombre darle. Sólo pudo reflexionar en que, para que tan portentoso hecho se produjera, algo hasta aquel momento oculto y al acecho en su interior, se había revelado finalmente. Ese algo no era sino este mundo, que hasta entonces había permanecido en reposo, y que, súbitamente, emergía de la oscuridad y comenzaba a agitarse.

Era como si hubiera permanecido, de pie, junto al camino que lleva a la capital, con las manos firmemente apretadas sobre los oídos, y hubiera visto cruzar con gran estrépito dos grandes carros tirados por bueyes. Al destaparse los oídos, bruscamente, el estruendo lo envolvía.

Percibir el flujo y reflujo de fenómenos transitorios, sentir su fragor rugiente en los oídos, era entrar dentro del círculo de este mundo. Para un hombre como el Gran Sacerdote, que no había admitido concesiones en su contacto con el mundo exterior, significaba someterse nuevamente a un estado de dependencia.

Aun leyendo a los Sutras exhalaba grandes suspiros de angustia. Pensó, entonces, que la naturaleza servía para distraer su espíritu e intentó concentrarse en las montañas que, a través de la ventana de su celda, se destacaban en la distancia contra el cielo nocturno. Pero sus pensamientos, en vez de concentrarse en la belleza, se desvanecían como nubes y desaparecían.

Fijaba su mirada en la luna, pero sus pensamientos fluctuaban como antes, y cuando fue a inclinarse, nuevamente, frente a la Suprema Imagen, en un desesperado esfuerzo por recobrar la pureza de su mente, el rostro de Buda se transformó y se convirtió en las facciones de la dama del carruaje. Su universo había quedado aprisionado dentro de los límites de un estrecho círculo donde se enfrentaban el Gran Sacerdote y la Gran Concubina Imperial.

La Gran Concubina Imperial de Kyogoku olvidó rápidamente al viejo sacerdote que la observara con tanta atención en el lago de Shiga. Sin embargo, poco tiempo después llegó a sus oídos un rumor que le recordó el incidente. Uno de los habitantes del villorrio había sorprendido al Gran Sacerdote mirando cómo se perdía en la distancia el carruaje de la dama. Se lo había comentado a un caballero de la Corte que admiraba las flores de Shiga, agregando que, desde aquel día, el Sacerdote se comportaba como quien ha perdido la razón.

La Concubina Imperial fingió no creer en tales habladurías, pero la virtud del sacerdote era conocida en toda la capital y el suceso sirvió para alimentar la vanidad de la dama.

Estaba verdaderamente cansada del amor que recibía de los hombres de este mundo. La Concubina Imperial tenía clara conciencia de lo hermosa que era y se inclinaba hacia otras disciplinas, como la religión, que trataran a su belleza y a su alto rango como cosas desprovistas de valor. El mundo la aburría soberanamente y, por ende, creía también en la Tierra Pura. Era inevitable que el Budismo Jodo, que rechazaba toda la belleza y el brillo del mundo visible como si fuera corrupción y contaminación, tuviera un atractivo especial para quien, como la Concubina Imperial, estaba tan desilusionada de la elegante superficialidad de la vida cortesana. Elegancia que, por otra parte, parecía anunciar inequívocamente los Últimos Días de la Ley y su degeneración.

Entre aquellos que consideraban al amor como su principal preocupación, la Concubina Imperial ocupaba un alto puesto como la personificación misma del refinamiento. El hecho de que jamás hubiera brindado su amor a hombre alguno no hacía sino acrecentar su fama. Aun cuando cumplía sus deberes para con el Emperador con el más absoluto decoro, nadie creía, ni por un momento, que estuviera enamorada de él. La Gran Concubina Imperial soñaba con una pasión al borde de lo imposible.

El Gran Sacerdote del Templo de Shiga era famoso por su virtud y todos en la Capital sabían hasta qué punto este anciano prelado había hecho abandono del mundo. Tanto más sorprendente era, entonces, el rumor de que había sido prendado por los encantos de la Concubina Imperial, y que, por ella, había sacrificado la vida eterna. Rehusar los goces de la Tierra Pura que estaban casi al alcance de su mano, equivalía al mayor sacrificio y a la más importante ofrenda.

La Gran Concubina Imperial se mostraba totalmente indiferente a los encantos de los nobles y jóvenes libertinos que abundaban en la Corte. Los atributos físicos de los hombres ya no representaban nada para ella. Su única ambición era encontrar a alguien que pudiera ofrecerle un amor fuerte y profundo.

Una mujer con tales aspiraciones se convierte en una criatura aterradora. Si hubiera sido sólo una cortesana, la habrían conformado las riquezas y la frivolidad. La Gran Concubina poseía todo lo que la riqueza del mundo puede brindar. El hombre que aguardaba tendría que ofrecerle, pues, los bienes del universo del futuro.

Los comentarios sobre el enamoramiento del Gran Sacerdote inundaron la Corte, hasta que, finalmente, y en son de broma, la historia fue repetida hasta al mismo Emperador. Esta chismografía desagradaba a la Gran Concubina, que guardaba una actitud fría e indiferente. Comprendía perfectamente que existían dos motivos para que los cortesanos pudieran bromear libremente sobre un asunto cuyo comentario, normalmente, les estaría vedado. El primero, que, refiriéndose al amor del Gran Sacerdote, estaban halagando la belleza de la mujer que inspiraba aun a un eclesiástico de tan gran virtud, tamaña distracción y, en segundo término, todos sabían que el amor del anciano por la noble dama jamás podría ser retribuido.

La Gran Concubina Imperial reconstruyó mentalmente los rasgos del viejo sacerdote que había visto a través de la ventana del carruaje. No se parecía en absoluto a los rostros de ninguno de los hombres que la habían amado hasta entonces. Era extraño que el amor surgiera en el corazón de un hombre que no poseía ninguna condición como para ser amado. La dama recordó frases tales como “mi amor perdido y sin esperanzas” que eran usadas a menudo por los poetastros de Palacio cuando deseaban despertar eco en los corazones de sus indiferentes amadas. La situación del más desgraciado de aquellos elegantes resultaba envidiable frente a la del Gran Sacerdote. Sin embargo, a la Concubina Imperial los escarceos poéticos de tales jóvenes se le antojaron adornos mundanos, inspirados por la vanidad y totalmente desprovistos de sentimiento.

A esta altura, el lector comprenderá claramente que la Gran Concubina Imperial no era, como comúnmente se la creía, la personificación de la elegancia cortesana, sino una persona que encontraba en la evidencia de ser amada una verdadera razón de vivir. Pese a su alto rango era, antes que nada, una mujer, y todo el poder y la autoridad del mundo carecían de valor si no le brindaban tal evidencia. Los hombres que la rodeaban se entregaban a luchar sin fin para alcanzar el poder político. Ella soñaba con dominar el mundo por otros medios puramente femeninos.

Había conocido a muchas mujeres que habían tomado los hábitos que se habían retirado del mundo. Tales mujeres la hacían reír. Cualquiera sea la razón alegada por una mujer para abandonar el mundo, le es casi imposible desprenderse de sus posesiones. Sólo los hombres son verdaderamente capaces de abandonar cuanto poseen.

El viejo sacerdote del lago había dejado, en determinada etapa de su vida, el Mundo Fluctuante y sus placeres. Ante los ojos de la Concubina Imperial era más hombre que todos los nobles que poblaban la Corte. Y así como había abandonado una vez este Mundo Fluctuante, estaba dispuesto ahora, por ella, a renunciar también al mundo futuro.

La Concubina recordó la idea de la sagrada flor de loto que su profunda fe había impreso vívidamente en su mente. Pensó en el enorme loto con una anchura de doscientas cincuenta yojana. Aquella planta absurda se ajustaba más a sus gustos que las mezquinas flores flotantes de los estanques de la Capital. Por las noches, el susurro del viento entre los árboles del jardín le parecía insípido comparado con la música delicada que produce la brisa, en la Tierra Pura, cuando sacude a las plantas sagradas.
Al recordar los extraños instrumentos que colgaban del cielo y tañían sin ser tocados, el sonido del arpa de Palacio sólo se le antojaba una despreciable imitación.

El Sacerdote del Templo de Shiga luchaba. En sus combates juveniles contra la carne, lo había sostenido siempre la esperanza de alcanzar el mundo futuro. Pero, en cambio, esta lucha desesperada de su vejez se asociaba con un sentimiento de pérdida irreparable.

La imposibilidad de consumar su amor por la Gran Concubina Imperial se le aparecía tan clara como el sol en el cielo. Al mismo tiempo, tenía perfecta conciencia de la imposibilidad de avanzar hacia la Tierra Pura, mientras permaneciera esclavo de aquel amor. El Gran Sacerdote había vivido en un estado de incomparable libertad y ahora, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba sin futuro y en la más completa oscuridad. El coraje que lo había acompañado durante las luchas de su juventud había tenido, quizás, sus raíces en su propio orgullo y confianza, en saber que se estaba privando voluntariamente del placer que tenía al alcance de la mano.

El Gran Sacerdote sentía miedo nuevamente. Hasta que aquel noble carruaje se aproximara a la orilla del Lago Shiga, su convencimiento era que cuanto le esperaba ya no era sino la liberación del Nirvana. Ahora se encontraba, de pronto, frente a la oscuridad del mundo donde es imposible adivinar lo que nos acecha a cada paso.

En vano acudía a todas las formas de meditación religiosa. Ensayó la Contemplación del Crisantemo, la Contemplación del Aspecto Total y la Contemplación de las Partes; pero cada vez que intentaba concentrarse, el hermoso rostro de la Concubina aparecía ante sus ojos. Tampoco fue un remedio la Contemplación del Agua, pues invariablemente aparecían los bellos rasgos resplandecientes entre las ondas del lago.

Todo esto, sin duda, era sólo una consecuencia de su apasionamiento. Bien pronto, el sacerdote advirtió que la concentración le producía más mal que bien, y fue entonces cuando ensayó aliviar su espíritu por medio de la dispersión. Le asombraba constatar que la meditación lo hundía, paradójicamente, en una desilusión aún más profunda. A medida que su espíritu iba sucumbiendo bajo tal peso, el sacerdote decidió que antes de proseguir una lucha estéril, era mejor concentrar deliberadamente sus pensamientos en la figura de la Gran Concubina Imperial.

El Gran Sacerdote hallaba una nueva satisfacción al adornar su visión de la dama en las más variadas formas, como si se tratara de una imagen budista cubierta de diademas y baldaquines. Al hacerlo, el objeto de su amor se transformaba en un ser de creciente esplendor, distante e imposible. Esto le producía una alegría especial, seguramente porque de lo contrario, el ver a la Gran Concubina Imperial como a una mujer común y corriente era más peligroso. La revestía de todas las humanas fragilidades.

Mientras reflexionaba sobre este asunto, la verdad se hizo en su corazón. No veía en la Gran Concubina Imperial a una criatura de carne y hueso, ni tampoco a una visión. Era, en todo caso, un símbolo de la realidad, un símbolo de la esencia de las cosas. Resulta verdaderamente extraño perseguir esa esencia en la figura de una mujer. Y, sin embargo, existía un motivo. Aun al enamorarse, el sacerdote de Shiga no había perdido el hábito, adquirido tras largos años de contemplación, de esforzarse por alcanzar la esencia de las cosas a través de una constante abstracción. La Gran Concubina Imperial de Kyogoku, se había identificado con la visión del inmenso loto de doscientos cincuenta yojana. Reclinada en el agua y sostenida por todas las flores de loto, la Cortesana se volvía. tan grande como el Monte Sumeru.

Cuanto más convertía a su amor en un imposible, más profundamente traicionaba el sacerdote a Buda, pues la imposibilidad de su amor se encontraba aparejada con la imposibilidad de llegar a la iluminación. Y cuanto más advertía que su amor no podía tener esperanza, más crecía la fantasía que lo alimentaba y más se arraigaban sus pensamientos impuros. Mientras consideraba que su amor tenía alguna remota posibilidad, le había sido más fácil renunciar a él; pero ahora que la Gran Concubina se había convertido en una criatura fabulosa y totalmente inalcanzable, el amor del Gran Sacerdote se inmovilizaba como un gran lago de aguas calmas que cubría, inexorablemente, la superficie de la tierra.

Esperaba ver el rostro de su dama aún una vez más, pero temía que esa figura, que ahora se había vuelto una gigantesca flor de loto, se desvaneciera sin dejar rastros. Si aquello sucedía, el Gran Sacerdote se salvaría. Esta vez no dudaba de alcanzar la verdad. Y aquella mera perspectiva llenó al sacerdote de miedo y reverencia.

El melancólico amor del anciano había comenzado a crear curiosas estratagemas. Cuando, por fin, se decidió a visitar a la Gran Concubina, creyó en la ilusión de estar saliendo de una enfermedad que estaba marchitando su cuerpo. El caviloso sacerdote interpretó la alegría que acompañaba a su determinación como el alivio de haber escapado finalmente a las trabas de su amor.

Ninguno de los servidores de la Gran Concubina halló nada extraño en el hecho de que un anciano sacerdote permaneciera de pie en un rincón del jardín, apoyado en su bastón y mirando tristemente la Residencia. Era frecuente encontrar a ascetas y mendigos frente a las grandes casas de la Capital, aguardando limosnas.

Una de las cortesanas mencionó el hecho a su señora. La Gran Concubina miró, casualmente, a través del postigo que la separaba del jardín. Bajo las sombras del verde follaje, un anciano sacerdote macilento y de raídas vestiduras negras, inclinaba la cabeza. La dama lo observó por algún tiempo, y cuando hubo reconocido al sacerdote del lago de Shiga, su pálido rostro se volvió aún más demacrado.

Pasados algunos minutos de indecisión, impartió las órdenes necesarias para que la presencia del sacerdote en el jardín fuera ignorada.

Por primera vez el desasosiego hizo presa de ella. Había visto a mucha gente hacer abandono del mundo, pero ahora se encontraba por primera vez con alguien que renunciaba al mundo futuro. La visión resultaba siniestra y aterradora. Todos los placeres que había extraído su imaginación ante la idea del amor del sacerdote, desaparecieron en un segundo. Aunque aquel hombre hubiera renunciado al mundo futuro por ella, ahora comprendía que ese mundo jamás pasaría a sus propias manos.
La Gran Concubina Imperial contempló sus ropas elegantes y su hermoso cuerpo. Luego, miró hacia el jardín y observó al feo anciano andrajoso. El hecho de que pudiera existir alguna relación entre ambos tenia una extraña fascinación.

¡Qué diferente de la espléndida visión resultaba todo! El Gran Sacerdote parecía ahora una persona salida del Infierno mismo. Nada quedaba del hombre de virtuosa presencia que traía consigo el destello de la Tierra Pura. Su luz interior, que hacía evocar la gloria, se había desvanecido totalmente. Aun cuando se trataba del hombre del Lago de Shiga, era una persona completamente distinta.
Como la mayoría de los cortesanos, la Gran Concubina Imperial tendía a estar en guardia contra sus propias emociones, especialmente cuando se enfrentaba con algo que podía afectarla profundamente.
Al comprobar el amor del Gran Sacerdote, la invadió el descorazonamiento. La pasión consumada con la cual tanto había soñado durante años, adquiría una forma, preciso es reconocerlo, harto descolorida.

Cuando el sacerdote, apoyado en su bastón, llegó a la capital, casi había olvidado su fatiga. Penetró sigilosamente en las posesiones de la Gran Concubina Imperial en Kyogoku y observó desde el jardín. Tras aquellos postigos estaba la dama de sus pensamientos.

Al asumir su adoración una forma sin mácula, el mundo futuro comenzó a ejercer nuevamente su fascinación sobre el Gran Sacerdote. Nunca antes había vislumbrado la Tierra Pura con tanta intensidad. Su anhelo hacia ella se volvió casi sensual. Sólo debía pasar ahora por la formalidad de presentarse ante la Gran Concubina, declararle su amor y, de tal manera, librarse de una vez por todas de pensamientos impuros que lo ataban aún a este mundo. Faltaba ese único requisito para acercarse aún más a la Tierra Pura.

Le resultaba doloroso permanecer de pie, apoyado en el bastón. Los ardientes rayos del sol de mayo atravesaban las hojas y caían sobre su cabeza afeitada. Una y otra vez creyó perder el sentido. ¡Si tan sólo la dama advirtiera su propósito y lo invitara a saludarla para cumplir así con aquella formalidad! El Gran Sacerdote esperaba y, apoyado en su bastón, luchaba contra su creciente debilidad.
Finalmente llegó el crepúsculo. Nada sabía aún de la Gran Concubina, quien, por lógica, no podía conocer el pensamiento del sacerdote que, a través de ella, vislumbraba la Tierra Pura. Se limitaba a observarlo a través de los postigos. El sacerdote continuaba en el mismo sitio, inmóvil. La claridad nocturna iluminó el jardín.

La Gran Concubina Imperial se atemorizó. Presintió que cuanto veía en el jardín no era sino la encarnación de aquella “desilusión profundamente arraigada” de la que hablan los Sutras. Quedó abrumada ante la posibilidad de merecer las penas del Infierno.

Después de haber llevado a la perdición a un sacerdote de tan gran virtud, no era, seguramente, la Tierra Pura cuanto podía esperar, sino, en cambio, el Infierno mismo con todos los terrores que ella tan bien conocía. El amor supremo con el cual soñara se había derrumbado. Ser amada así, equivalía a una forma de condenación. Del mismo modo en que el Gran Sacerdote vislumbraba por su intermedio la Tierra Pura, la Gran Concubina contemplaba el horrible reino del Infierno a través del amor de aquel anciano.

Sin embargo, esta noble dama de Kyogoku era demasiado orgullosa como para sucumbir a sus temores sin luchar, y decidió poner en juego todos los recursos de su innata crueldad.
“El Gran Sacerdote -se dijo- tendrá que sucumbir, tarde o temprano, al mareo.” Lo observó a través de los postigos esperando verlo en el suelo; pero, para su fastidio, la silenciosa figura continuaba inmóvil.

Cayó la noche y, a la luz de la luna, la figura del sacerdote se asemejaba a un montón de huesos blancos.

La dama, llena de temor, no podía conciliar el sueño. Dejó de mirar a través de los postigos y dio la espalda al jardín. Sin embargo, le parecía sentir constantemente la penetrante mirada del sacerdote.
Sabía que aquél no era un amor vulgar. Por temor a ser amada y, por ende, de terminar en el Infierno, la Gran Concubina Imperial rezaba con más fervor que nunca por la Tierra Pura. Una Tierra Pura propia e invulnerable que ansiaba conservar en su corazón. Era diferente a la del sacerdote y no tenía relación con su amor. No dudaba de que, si alguna vez la mencionaba ante el anciano, aquella interpretación personal se desintegraría inmediatamente.

El amor del sacerdote, se decía, no tenía nada que ver con ella. Era una aventura unilateral en la que sus sentimientos no tenían parte alguna. No había, pues, razón por la cual se la descalificara en su admisión en la Tierra Pura. Aun cuando el Gran Sacerdote perdiera el sentido y falleciera, ella se mantendría indemne. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche y la temperatura se hacía más fría, su confianza comenzó a abandonarla.

El Sacerdote permanecía en el jardín. Cuando las nubes ocultaban la luna, se asemejaba a un extraño árbol viejo y nudoso.

La dama, consumida de angustia, insistía en que aquel anciano le era totalmente ajeno. Las palabras parecían explotar en su corazón. ¿Por qué, en nombre del Cielo, tenía que ocurrir esto?
En aquellos momentos, y por extraño que parezca, la Gran Concubina Imperial se había olvidado completamente de su belleza. Quizás fuera más correcto decir que se había visto obligada a hacerlo.
Finalmente, los tenues matices del amanecer irrumpieron en el cielo oscuro y la figura del sacerdote se destacó en la media luz. Todavía permanecía en pie. La Gran Concubina Imperial estaba derrotada.
Llamó a una doncella y le ordenó invitar al sacerdote a dejar el jardín y a arrodillarse junto al postigo.
El Gran Sacerdote se hallaba en la frontera del olvido, donde la carne se desintegra. Ya no sabía si esperaba a la Gran Concubina Imperial o al mundo futuro. Aun cuando distinguió la figura de la doncella aproximándose desde la residencia en la pálida luz del amanecer, ni siquiera comprendió que cuanto había esperado con tantas ansias, se hallaba finalmente al alcance de su mano.

La doncella trasmitió el mensaje de su señora. Al escucharlo, el sacerdote profirió un grito horrendo e inhumano. La doncella intentó guiarlo de la mano, pero él no se lo permitió y se dirigió hacia la casa con pasos increíblemente rápidos y seguros.

La oscuridad reinaba tras el postigo y resultaba imposible ver, desde afuera, a la Gran Concubina. El sacerdote cayó de rodillas y, cubriéndose el rostro con las manos, rompió a llorar. Estuvo allí por largo rato con el cuerpo sacudido por esporádicas convulsiones.

Entonces, en la semi penumbra del amanecer, una blanca mano emergió dulcemente del postigo. El sacerdote del Templo de Shiga la tomó entre las suyas y se la llev6 a la frente y a las mejillas.
La Gran Concubina Imperial de Kyogoku tocó unos dedos extrañamente fríos. Al mismo tiempo, sintió algo húmedo y tibio. Alguien mojaba sus manos con tristes lágrimas.
Cuando los pálidos reflejos de la luz matutina comenzaron a iluminarla a través del postigo, la ferviente fe de la dama le infundió una maravillosa inspiración. No dudó ni por un instante de que aquella mano extraña era la de Buda.

Entonces, la gran visión surgió nuevamente en el corazón de la Concubina. El suelo de esmeraldas de la Tierra Pura; los millones de torres de siete joyas; los ángeles y su música; los estanques dorados con arenas de plata; los lotos resplandecientes y la dulce voz de las Kalavinkas. Si aquella era la Tierra Pura que le tocaría en suerte -y en aquel momento no dudaba de que así sería-, ¿por qué no aceptar el amor del Gran Sacerdote?

Aguardó a que el hombre con las manos de Buda le rogara abrir el postigo que los separaba. Cuando se lo pidiera, ella levantaría tal barrera y su cuerpo incomparablemente hermoso aparecería frente a él como en su primer encuentro junto al lago. Ella lo invitaría a entrar.

La Gran Concubina Imperial esperó.

Pero el Gran Sacerdote del Templo de Shiga no dijo nada. No pidió nada. Después de cierto tiempo, las viejas manos aflojaron su presión y los blancos dedos de la dama quedaron solos en la penumbra del amanecer. El Sacerdote se alejó. Un frío mortal descendió sobre el corazón de la Gran Concubina Imperial.

Pocos días después llegó a la Corte el rumor de que el espíritu del Gran Sacerdote había alcanzado la liberación final en su celda de Shiga. Al enterarse de tal noticia, la dama de Kyogoku se dedicó a copiar en rollos y rollos, con la más hermosa escritura, el pensamiento de los Sutras.

miércoles, 8 de agosto de 2018

El Despertar | Alejandra Pizarnik

Nació el 29 de Abril de 1936 en Buenos Aires (Argentina), en el seno de una familia de inmigrantes de Europa oriental. Cursó estudios de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, algún tiempo después, de pintura junto a Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964 reside en París, ciudad donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Cuando regresó a su ciudad natal, publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta".

En primer lugar, es conveniente situar esta creación poética dentro del quehacer literario de su autora. El poema El despertar pertenece a Las aventuras perdidas, la tercera obra publicada de Alejandra. En este libro, como ya se ha enunciado, se tratan sobretodo las temáticas de juventud dolorida, exilio de sí misma, ausencia, noche, soledad y niñez aterrada. Ellas se estarán presentes en el poema ha analizar, pero no solo eso. A través del estudio de esta creación se puede descubrir el sentir femenino de Pizarnik, la proyección de la niña-mujer que se ve envuelta en el abandono, soledad y miedo que conllevan el conocer su verdadera realidad.

EL DESPERTAR

a León Ostrov

1 Señor
2 La jaula se ha vuelto pájaro
3 y se ha volado
4 y mi corazón está loco
5 porque aúlla a la muerte
6 y sonríe detrás del viento
7 a mis delirios

8 Qué haré con el miedo
9 Qué haré con el miedo

10 Ya no baila la luz en mi sonrisa
11 ni las estaciones queman palomas en mis ideas
12 Mis manos se han desnudado
13 y se han ido donde la muerte
14 enseña a vivir a los muertos

15 Señor
16 El aire me castiga el ser
17 Detrás del aire hay monstruos
18 que beben de mi sangre

19 Es el desastre
20 Es la hora del vacío no vacío
21 Es el instante de poner cerrojo a los labios
22 oír a los condenados gritar
23 contemplar a cada uno de mis nombres
24 ahorcados en la nada.

25 Señor
26 Tengo veinte años
27 También mis ojos tienen veinte años
28 y sin embargo no dicen nada

29 Señor
30 He consumado mi vida en un instante
31 La última inocencia estalló
32 Ahora es nunca o jamás
33 o simplemente fue

34 ¿Cómo no me suicido frente a un espejo
35 y desaparezco para reaparecer en el mar
36 donde un gran barco me esperaría
37 con las luces encendidas?

38 ¿Cómo no me extraigo las venas
39 y hago con ellas una escala
40 para huir al otro lado de la noche?

41 El principio ha dado a luz el final
42 Todo continuará igual
43 Las sonrisas gastadas
44 El interés interesado
45 Las preguntas de piedra en piedra
46 Las gesticulaciones que remedan amor
47 Todo continuará igual

48 Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
49 porque aún no les enseñaron
50 que ya es demasiado tarde

51 Señor
52 Arroja los féretros de mi sangre

53 Recuerdo mi niñez
54 cuando yo era una anciana
55 Las flores morían en mis manos
56 porque la danza salvaje de la alegría
57 les destruía el corazón

58 Recuerdo las negras mañanas de sol
59 cuando era niña
60 es decir ayer
61 es decir hace siglos

62 Señor
63 La jaula se ha vuelto pájaro
64 y ha devorado mis esperanzas

65 Señor
66 La jaula se ha vuelto pájaro
67 Qué haré con el miedo

miércoles, 25 de julio de 2018

La incertidumbre como búsqueda | Psicoanálisis

Las sociedades antiguas inventaron la religión y la magia para mitigar la ansiedad ante la incertidumbre; en la actualidad el capitalismo ofrece el consumismo de objetos mercancías. Esta incertidumbre puede ser hacia el futuro, al no saber qué va a pasar, o hacia el pasado, al no saber qué está pasando; la incertidumbre despierta los fantasmas más primarios producto de la sensación de desvalimiento con que nacemos.

Vamos a comentar el cuento de Gabriel García Márquez “Sólo vine a hablar por teléfono” donde describe las diferentes vicisitudes de la incertidumbre que padece el personaje principal.* Este es su comienzo: “Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un automóvil alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria, que años antes había tenido un cierto nombre como actriz de variedades. Estaba casada con un prestidigitador de salón, con quien iba a reunirse aquel día después de visitar a unos parientes en Zaragoza. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y camiones de carga que pasaban raudos en la tormenta, el conductor de un autobús destartalado se compadeció de ella. Le advirtió, eso sí, que no iba muy lejos. -No importa- dijo María. Lo único que necesito es un teléfono.”

Veamos que dice el diccionario sobre la palabra “incertidumbre”.

“Certeza”. Conocimiento seguro, claro y evidente de las cosas. Conocimiento del que no se duda. El sujeto se adhiere a algo conocible sin temor a equivocarse.

“Incertidumbre”. Falta de certidumbre. Falta de conocimiento seguro y fiable sobre una cosa, especialmente cuando crea inquietud en alguien: “No sabía si había aprobado o no y esa incertidumbre lo angustiaba.”

Se usan como sinónimos: duda, indecisión, irresolución, perplejidad y vacilación. Sin embargo hay matices que la diferencian. La incertidumbre excluye la creencia y proviene de la falta o escasez de conocimiento. La duda excluye el conocimiento y proviene de la escasez o insuficiencia de razones o pruebas en los que se funda una opinión o un hecho.

La necesidad de una esperanza activa

 

También debemos diferenciar entre incertidumbre y riesgo. La incertidumbre no es medible, se pueden realizar “previsiones” que resulten creíbles pero no hay certeza, es pura especulación. En cambio el riesgo es mensurable sabemos qué y cuanto estamos arriesgando, por lo tanto podemos planificar un plan de acción que pueda ser factible.

Cuando María llega a un viejo edificio todas las mujeres que viajaban con ella descendieron. Los que manejaban el autobús le dicen que vaya a la oficina de la dirección para pedir el teléfono y rápidamente emprenden el regreso. En el patio del edificio unas guardianas la llevan a María con las otras mujeres a un dormitorio: “-Es que yo sólo vine a hablar por teléfono- dijo María. -De acuerdo, maja- le dijo la superiora, llevándosela hacía la cama con una dulzura demasiado ostensible para ser real-. Si te portas bien podrás hablar con quien quieras. Pero ahora no, mañana. Algo sucedió en la mente de María que le hizo entender por qué las mujeres del autobús se movían como un fondo en un acuario. En realidad, estaban apaciguadas con sedantes, y aquel palacio de sombras, con gruesos muros de cantería y escaleras heladas, era en realidad un hospital de enfermas mentales. Asustada escapó corriendo del dormitorio, y antes de llegar al portón una guardiana gigantesca con un mameluco de mecánico la atrapó de un zarpazo y la inmovilizó en el suelo con una llave maestra. María la miró de través paralizada por el terror. -Por amor de Dios -dijo-. Le juro por mi madre muerta que sólo vine a hablar por teléfono. Le bastó con verle la cara para saber que no había súplica posible ante aquella energúmena de mameluco a quien llamaban Herculina por su fuerza descomunal.” La esperanza trocó en el miedo disciplinario que instituye el manicomio.

La esperanza activa permite una búsqueda inmanente para encontrar la “alegría de lo necesario” en la potencia de ser

En la filosofía de Spinoza las pasiones del miedo y la esperanza permiten comprender diferentes problemas éticos, religiosos y políticos. Cuando los combate se enfrenta al poder teológico-político que dominaban los Estados del siglo XVII. El miedo es enemigo de la razón; la esperanza justifica la espera (de la cual etimológicamente proviene la palabra “esperanza”) de un salvador y permite la resignación y la obediencia. Con el miedo y la esperanza dominan la imaginación y la incertidumbre transformando al sujeto en un ser pasivo al servicio del poder.

Spinoza escribe en la Ética:

“XII. La esperanza es una alegría inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.

XIII. El miedo es una tristeza inconstante, que brota de la idea de una cosa futura o pretérita, de cuya efectividad dudamos de algún modo.

Explicación. De estas definiciones se sigue que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza. En efecto: quien está pendiente de la esperanza y duda de la efectiva realización de una cosa, se supone que imagina algo que excluye la existencia de la cosa futura y, por lo tanto, se entristece en esa medida; por consiguiente, mientras está pendiente de la esperanza, tiene miedo de que la cosa no suceda. Quien, por lo contrario, tiene miedo, esto es, quien duda de la realización de la cosa que odia, imagina también algo que excluye la existencia de esa cosa y, por lo tanto, se alegra; por consiguiente, tiene la esperanza de que esa cosa no suceda.”

Para Spinoza oponerse al miedo en la política implica rechazar el absolutismo y la razón de Estado; en términos religiosos lleva a limitar el poder de la iglesia y sus representantes como mediadores de dios. Oponerse a la esperanza significa poner en cuestionamiento la promesa de la religión de un “reino que no es de este mundo”. La obediencia a los mandamientos de la religión deja de ser la base de la ética; Spinoza los reemplaza por la importancia de la potencia de ser dentro del colectivo social a través de la elaboración de las pasiones y la razón. Es así como combate contra los partidarios del miedo y de la esperanza; es decir, los filósofos utopistas que consideran a los seres humanos como quisieran que fueran y a los políticos que los aceptan como son para utilizarlos en su beneficio.

La esperanza pasiva es una pasión triste de aquel que espera un salvador de sus males en un dios transcendente o en alguien que ocupe esa figura omnipotente

Aclaremos. Entendemos que Spinoza cuestiona, lo que denominamos, la esperanza pasiva; aquella que hace de la espera su razón de ser. Por ello aclara en el Tratado Político:

“Puesto que los hombres raramente viven según el dictamen de la razón…la esperanza y el miedo ocasionan más utilidad que daño; por consiguiente, si es verdad que no se puede dejar de pecar, es preferible pecar de este lado. En efecto, si los hombres de ánimo débil fuesen todos igualmente soberbios, si no se avergonzaran y no tuvieran miedo de nada, ¿Cómo podrían unirse y estructurarse entre sí con vínculos?

En un pueblo libre, respecto a uno esclavo, el recurso a la esperanza es sin embargo más eficaz, ya que mientras aquel trata de gozar de la vida, este se preocupa sólo de evitar la muerte.”

En este sentido la esperanza activa permite una búsqueda inmanente para encontrar la “alegría de lo necesario” en la potencia de ser. Por ello Spinoza no duda en afirmar que entre el miedo y la esperanza esta última tiene el valor de una pasión positiva. En cambio la esperanza pasiva es una pasión triste de aquel que espera un salvador de sus males en un dios transcendente o en alguien que ocupe esa figura omnipotente. El libro Zama de Antonio Di Benedetto comienza con un epígrafe dedicado “A las víctimas de la espera”. En la película que realizó Lucrecia Martel sobre esta novela el personaje principal es un funcionario de la corona española que, destinado a una pueblo perdido en la selva paraguaya a finales del siglo XVIII, espera pasivamente una orden del rey para ser trasladado a una ciudad importante. Mientras tanto deja transcurrir sus días en la miseria, el abandono y la desolación. Cuando lo atrapan unos bandidos, que creen en la posibilidad de ser ricos con unas piedras sin valor, les dice que se están engañando y que les hace un favor al sacarle la esperanza. En venganza estos le cortan las dos manos para ver si sobrevive mientras unos nativos lo llevan en un bote al pueblo. Si la esperanza pasiva lo deja al sujeto sin manos -para usar la metáfora del final de la película- la esperanza activa permite la posibilidad de afirmarse en una actividad que construya un proceso de transformación individual y colectivo.

La incertidumbre no se distribuye por igual entre los diferentes grupos y clases sociales 


El miedo y la desesperación fue una constante en María; cada vez que quería rebelarse la castigaban y la llenaban de medicamentos. En las instituciones totales (cárceles, manicomios, orfanatos, campos de concentración, etc.) no se duda: lo que impera es la certeza de la incertidumbre. Había que convencerla que estaba loca. Para ello está el psiquiatra que dirige esas instituciones: “No supo cuanto tiempo había pasado cuando volvió en sí. Pero entonces el mundo era un remanso de amor, y estaba frente a la cama un anciano monumental, con una andadura de plantígrado y una sonrisa sedante, que con dos pases maestros le devolvió la dicha de vivir. Era el director del sanatorio… -Aprovecha ahora para llorar cuanto quieras- le dijo el médico, con una voz adormecedora- No hay mejor remedio que las lágrimas… al cabo de una hora larga, desahogada a fondo, le pidió autorización para hablar por teléfono a su marido. El médico se incorporó con toda la majestad de su rango. <Todavía no, reina>, le dijo, dándole en la mejilla la palmadita más tierna que había sentido nunca. <Todo se hará a su tiempo>. Le hizo desde la puerta una bendición episcopal, y desapareció para siempre. -Confía en mí le dijo-. Esa misma tarde María fue inscripta en el asilo con un número de serie, y con un comentario superficial sobre el enigma de su procedencia y las dudas sobre su identidad. Al margen quedó una calificación escrita de puño y letra del director: agitada.” En las instituciones totales la identidad del sujeto no es importante, aún más, es necesario que desaparezca; un número presentifica el sometimiento a la institución: allí se las encierra por locas y quien cuestiona esa verdad, paradójicamente no hace más que confirmarla.

La palabra que podría definir la actualidad de nuestra cultura es la incertidumbre

 La palabra que podría definir la actualidad de nuestra cultura es la incertidumbre. Lo que ha de venir se ha transformado en un factor generador de angustia y ansiedad que produce los síntomas característicos de la época (adicciones, anorexia, bulimia, depresión, suicidios, etc.). El no saber que depara el futuro se agrava ante la situación económica, política y social. En el capitalismo tardío el sujeto se convierte en un objeto medido como una mercancía; es vaciado en su subjetividad y transformado en un objeto cuyas variables dependen de la economía de mercado. Los sujetos se transforman en números que se definen según algoritmos organizados para beneficiar al poder, es decir: a los más ricos.

Como venimos planteando, para Spinoza el miedo y la esperanza son las emociones básicas del sujeto. La incertidumbre deviene de las vivencias propias de cada singularidad; pero también como se distribuyen las mismas en cada época histórica dentro de las diferentes clases y sectores sociales. Hay grupos sociales que viven en tales condiciones de pobreza y abandono que la incertidumbre es tan abismal que se transforma en la certeza de que no tienen salida, que nada puede ser cambiado. Por lo contrario hay otros en que la esperanza supera el miedo y el mundo se les presenta lleno de posibilidades. En este sentido las épocas se diferencian por la preponderancia del miedo y las diferentes formas de la esperanza; así como las incertidumbres provocadas por las relaciones entre sí. Por ello como dice Souza dos Santos la nuestra es una época en que la pertenencia mutua del miedo y la esperanza parecen colapsar ante la creciente polarización entre el mundo del miedo sin esperanza y el de la esperanza sin miedo, es decir, uno en que las incertidumbres se transforman cada vez más en incertezas abismales, o sea, en destinos injustos para los pobres que no tienen poder, y en la apropiación del mundo para los ricos y poderosos. En este sentido las incertidumbres no se distribuyen por igual, ni en cuanto al tipo ni en cuanto a la intensidad, entre los diferentes grupos y clases sociales que componen nuestras sociedades. Desde esta perspectiva, para enfrentar socialmente la incertidumbre es necesario modificar las bases políticas y económicas en las que el destino sin esperanza de las mayorías sin poder es causado por la esperanza sin miedo de las minorías con poder.

Tolerar la incertidumbre necesaria


El marido de María, luego de un tiempo, se terminó de convencer que ella lo había dejado por otro hombre. En otras dos oportunidades María había desaparecido para armar otras parejas que duraban poco tiempo; luego regresaba con su marido como si nada hubiera pasado. Sin embargo, la intentó buscar creyendo que estaba con alguien que conocía. Pasaron los meses y finalmente por medio de una enfermera le llegó una carta donde decía que María estaba encerrada en un manicomio. Cuando se entrevistó con el director este le dijo: “-Lo único cierto es la gravedad de su estado-. Estaba dispuesto a autorizarle una visita con las precauciones debidas si Saturno el Mago le prometía por el bien de su esposa, ceñirse a la conducta que él le indicara. Sobre todo en la manera de tratarla, para evitar que recayera en sus arrebatos de furia cada vez más frecuentes y peligrosos… -sígale la corriente- dijo- Tranquilo, doctor- dijo Saturno con un aire alegre-. Es mi especialidad…Al final hizo una advertencia sobre la rara obsesión de María por el teléfono.” Cuando María vio a su marido creyó que saldría del manicomio. Sin embargo se dio cuenta que también él pensaba que estaba loca. María atinó a decirle: “-¡Pero si ya te dije que solo vine a hablar por teléfono!- Él no supo cómo reaccionar ante la obsesión temible de María. Miró a Herculina. Ésta aprovechó la mirada para indicarle en su reloj de pulso que era tiempo de terminar la visita. María interceptó la señal, miró hacia atrás, y vio a Herculina en la tensión del asalto inminente. Entonces se aferró al cuello del marido gritando como una verdadera loca… -Es una reacción típica- lo consoló el director-. Ya pasará.” La institución total había triunfado. Solo quedaba demoler los restos de rebelión y cordura a través de miedo.

Hay grupos sociales que viven en tales condiciones de pobreza y abandono que la incertidumbre es tan abismal que se transforma en la certeza de que no tienen salida

La incertidumbre ante el futuro nos motiva. La seguridad en todos los órdenes nos paraliza. De allí que hay una contradicción entre seguridad y libertad; a mayor libertad menos seguridad y mayor incertidumbre. De esta manera queremos seguridad para que no nos ataquen para que nos cuiden cuando nos enfermamos. Pero el peligro es volvernos dependientes. La actualidad de nuestra cultura nos lleva a asustarnos por nuestra fragilidad, por nuestro desvalimiento que aumenta ante la situación social que nos lleva a la incertidumbre y la desconfianza cuyo resultado es la certeza de que nada puede ser cambiado.

La actualidad de nuestra cultura nos lleva a asustarnos por nuestra fragilidad, por nuestro desvalimiento que aumenta ante la situación social que nos lleva a la incertidumbre

 El marido de María intentó muchas veces verla de nuevo. Pero María se negó. Tampoco leía sus cartas. El cuento termina diciendo que “lo venció la realidad. Nunca más se supo de él, salvo que volvió a casarse y regresó a su país. Antes de irse de Barcelona le dejó el gato medio muerto de hambre a una noviecita casual, que además se comprometió a seguir llevándole cigarrillos a María… hasta un día en que sólo encontró los escombros del hospital, demolido como un mal recuerdo de aquellos tiempos ingratos. María le pareció lúcida la última vez que la vio, un poco pasada de peso y contenta con la paz del claustro. Ese día le llevó también el gato, porque ya se le había acabado el dinero que Saturno le dejó para darle de comer.”

Hay que diferenciar la certeza de la incertidumbre que promueve la cultura dominante, que nos lleva a la sensación de fragilidad y desvalimiento, de la incerteza de la incertidumbre que permite la búsqueda de una repuesta

 Desde lo que venimos planteando hay que diferenciar la certeza de la incertidumbre que promueve la cultura dominante, que nos lleva a la sensación de fragilidad y desvalimiento, de la incerteza de la
incertidumbre que permite la búsqueda de una repuesta. Por ejemplo, a diferencia de otros abordajes terapéuticos, un tratamiento psicoanalítico es una experiencia donde el paciente va transitando diferentes grados de incertidumbre; el devenir del análisis, en el que se anuda la contratransferencia-transferencia, transita por silencios, ruidos, regresiones, repeticiones, situaciones de avances y retrocesos, de aciertos y errores que permiten momentos de elaboración. Por lo contrario, los valores de la cultura dominante hacen que se olvide que se aprende desde el error, desde la pérdida, desde lo imprevisible; estas situaciones nos ayudan para enfrentar los sufrimientos: no todo se resuelve con psicofármacos. Tolerar la incertidumbre es necesario. La frustración es la incertidumbre que nos embarga cuando no obtenemos los resultados esperados. Necesitamos la incertidumbre para relacionarnos afectivamente. Para encontrarnos con el otro. Para adquirir nuevos conocimientos y así poder hallar las necesarias respuestas individuales y colectivas que nos plantea la crisis de nuestra época.

Bibliografía

Basile, Héctor, “Vivencia de la incertidumbre” en www.suicidioadolescente.com.ar

Carpintero, Enrique La alegría de lo Necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topía, Buenos Aires 2003.

------------------------- Actualidad de El fetichismo de la mercancía, (Compilador) editorial Topía, Buenos Aires 2013.

De Souza Santos, Boaventura, “La incertidumbre, entre el miedo y la esperanza” en

http://www.casa.co.cu/publicaciones/revistacasa/285/Notas.pdf

García Márquez, Gabriel, Doce cuentos peregrinos, editorial sudamericana, Buenos Aires 1992.

Spinoza, Baruch, Ética, editorial Porrúa, S.A. México 187.

----------------------Tratado Político, editorial Universitaria, Chile 1990.

Nota

* Agradezco a Anahí Sy ya que la lectura de su texto, Locura en la literatura Latinoamericana de 1983 a 2006. Una mirada crítica de la medicina, me permitió volver a recordar el cuento de Gabriel García Márquez que estaba perdido en mi memoria. Este libro fue seleccionado como segunda mención en el Concurso Libro de Ensayo 2017 de la revista y la editorial Topía. En el próximo número se va a publicar un fragmento.

Tomado con permiso de la página https://www.topia.com.ar/

martes, 24 de julio de 2018

Ya no me quiero morir

Yo hoy ya no me quiero morir.
Quiero bailar hasta el amanecer con la vieja que me gusta
Quiero dormir arrunchado con ella viendo películas
un domingo por la tarde
Quiero escribir una novela
Quiero ser millonario
y llenar de luces el anochecer
Quiero ir a la mar contigo de la mano
Y farrear un fin de año
En cualquier Ultramar Festival
Qué la hermosa música electrónica
nos cubra con su juego sicodélico
de luces y de euforias
y de gritos de alegría y delirios de
fantasía de un mundo mejor
Quiero conocer el mundo con una mochila
Quiero tomarme una selfie contigo en Machu Pichu
Y volver a la vieja Europa de mis libros
y desempolvar los recuerdos lejanos
De Kant, Pascal y Voltaire
Y pisar suelo Alemán por primera vez
Tierra de sabios, técnicos, filósofos y castillos
Donde la disciplina tiene su perpetuo reinado
Quiero ir siempre contigo a donde me lleve
el viento de la vida.

Por todo eso,
y porque quiero volverte a ver algún día
hoy ya no me quiero morir.

lunes, 11 de junio de 2018

Wild Wild Country | Documental Netflix

Siguiendo la fiebre delirante de las series de Netflix, sigo con esta belleza documental de 6 episodios llamada Wild Wild Country, que muestra cómo la secta de Bhagwan Shree Rajneesh (más conocido como Osho) intentó construir una ciudad delirante en el Estado americano (odio usar la palabra 'americano') de Oregon para llevar a gran escala su estilo de vida y sus ritos. Una idea basada en la visión de una sociedad perfecta, sin restricciones, fundada en el amor libre, la armonía, la reverencia a Baghwan y a la libre sexualidad (que es lo que más me gusta de la historia XD ).

A lo largo de los 6 episodios se va desentrañando el conflicto que surge entre los residentes locales de Antilope (la localidad de Oregon cercana al rancho que compró Baghwan para su Ciudad-Nirvana) y los Rajneeshees que son los seguidores de Osho, el iluminado. 

Esta serie documental de Netflix está tan bien filmada, tan bien hecha, con una fotografía espectacular, con videos de archivo reeditados creativamente, y con una historia tan adictiva, que por momentos no sabes de qué bando estás. A mi me ha encantado. Creo que el documental intenta ser imparcial y mostrar los eventos cómo están registrados en las imágenes y videos de prensa y acudiendo también a testimonios de ambas partes. Pero por momentos a mi sí me dieron ganas de ir a esa comuna a vivir por un tiempo y practicar esas meditaciones raras, pero sobre todo a practicar y conocer aquello que proclamaban del amor libre. La verdad ese loquillo y granuja de Osho, además de sus 10 Rolls Royce y de llevar anillos y relojes de diamantes de 1 millón de dólares, debió haber bendecido a solas a más de una discípula de su comuna en Oregon. Así dan ganas de crear una nueva religión basada también en ideas semejantes. 

Los conflictos entre la ciudad de Baghwan, nombrada como Rajnishpuram, y los residentes locales de la comunidad de Antelope, se recrudecen tanto que el caso llega a tomar una dimensión nacional. En el fondo me hubiera gustado que Sheela y sus secuaces hubieran tomado asientos en el condado de Wasco y que se hubieran salido con la suya. Hubo intentos de asesinato, bioterrorismo, un intento delirante por abarcarlo todo y a todos. La pregunta subyace en todo el documental ¿Fue obra de Sheela misma o fueron órdenes de Baghwan? La pregunta flota en el aire, pero no así su respuesta. Pero no lograron salirse con la suya, el Imperio de la Razón finalmente se impuso, como debía ser.

Yo no sé ustedes, pero yo me tragué un poco de la que nombraron como Secretaría de RR.PP. de la ciudad de Rajnishpuram, me refiero a Ma Prem Sunshine, una llamativa asiática de pelo negro y con una espléndida sonrisa que también cayó a los pies de la presunta espiritualidad de Baghwan. Claro que hoy en día ya es una mujer muy entrada en años (aunque aún conserva esa sensualidad de entonces). Me pregunto si habrá tenido audiencias privadas con Baghwan o no. (Yo del viejito claro que le hubiera dado audiencias privadas cada noche XD). Ella era la encargada de hablar con la prensa, de abrirle las puertas de la ciudad a los medios estadounidenses para que vieran que eran una comunidad pacífica y respetable.

En fin. Creo que en últimas fue un movimiento llamativo, novedoso, con ideas raras sobre lo que es ser espiritual y sobre la sexualidad; pero un movimiento peligroso que no escatimó esfuerzos en imponer su verdad utilizando cualquier medio, cualquiera. Lo que lleva a reflexión sobre una secta como estas es ¿Por qué motivos llegó a tener tantos seguidores alrededor del mundo? El fanatismo no parece ser un fenómeno exclusivo de fieles seguidores ciegos y sin prepraración, incáutos inocentes o personas excesivamente frágiles, no. Un gran porcentaje de los seguidores de Baghwan eran personas con formación universitaria, jóvenes de muchas profesiones que prestaron sus conocimientos y su experiencia a engrandecer el movimiento de manera voluntaria y gratuita. Además algunos dieron donaciones increíbles. No eran tarados, era gente que quizá (?) sabía en qué se metía.

Los dejo con el trailer a continuación. Espero que lo vean y la disfruten. Ya está disponible en otros sitios de cuyo nombre no quiero acordarme, jajajaja. Saludos.

function cambiarModo() { var cuerpoweb = document.body; cuerpoweb.classList.toggle("oscuro"); }