domingo, 28 de enero de 2018

Fragmento de 'El Aleph' de Jorge Luis Borges | Audio

El Aleph es un cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges publicado en la revista Sur en 1945 y en el libro homónimo por la editorial Emecé de Buenos Aires en 1949. El original se encuentra en la Biblioteca Nacional de España, que lo adquirió por subasta, en 1985.

Presenta numerosas posibles interpretaciones; entre ellas la que plantea una lectura desde el existencialismo, basada en la idea de la incapacidad del humano de enfrentarse a la eternidad. Esta idea está presente en muchos de los cuentos borgianos y en su lectura y manejo de autores preexistencialistas como Søren Kierkegaard, Franz Kafka, y Arthur Schopenhauer.

Fragmento:

viernes, 12 de enero de 2018

Infierno VII o la consolación de la Fortuna


 J. R. R. Tolkien explicó alguna vez que escribió sus novelas como soporte para sus lenguajes imaginarios. Obsesionado desde niño con el idioma, decidió no sólo dedicar su vida a estudiarlo, sino también, por qué no, inventar unos cuantos en sus horas libres; y dado que a la lengua la determinan la historia y las costumbres de sus hablantes, redactó El hobbit, El Silmarillion o El señor de los anillos con el objetivo de darles las bases necesarias al Quenya, al Khuzdûl, al Valarín. 

    Hoy en día el suyo es el ejemplo más citado de glosopopeya literaria; pero hay muchos otros. El liliputense de Los viajes de Gulliver, o el Nadsat de La naranja mecánica, o el utopiense de Tomás Moro. En la literatura occidental, uno de los idiomas inventados más tempranos y singulares es aquel en que está escrito el primer verso del canto VII del Infierno. 

    Generaciones de comentadores se han desvelado intentando descifrar esas cinco palabras. El resultado es un consenso casi total: papé viene de papae, interjección latina derivada del griego πάπαι que significa algo así como “¡ay de mí!”, y aleppe es una deformación de aleph, el nombre de la primera letra del alfabeto hebreo, que el guardián del cuarto círculo estaría utilizando como una especie de vocativo honorífico. Así, el verso querría decir algo como “¡Ay, ay de mí, oh Satán soberano!”, y sería una exclamación de sorpresa y horror por parte de Pluto, al ver que un hombre vivo ha cruzado el Aqueronte, y se pasea a sus anchas por el inframundo en compañía de un alma fugitiva del limbo.

    Se ha escrito mucho sobre el hecho de que para formar este verso Dante haya combinado el latín y el hebreo; personalmente, me interesa más que haya sentido la necesidad de inventar un idioma para sus demonios. Fuera de este, sólo hay otro verso en la Comedia escrito en esa curiosa lengua deforme; pero lo que esas dos líneas le insinúan al lector es que el infierno dantesco, a diferencia de los mundos de ultratumba de Homero, Virgilio o cualquiera de los visionarios medievales, no es un espacio estático, un decorado urdido sólo para que el héroe lo visite. En cambio, es un mundo con un lenguaje propio, unas costumbres y un modo de vida, y lo que Dante ve de él y nos comunica por medio de su escritura sólo es la punta del iceberg.

    Por supuesto, eso no es así; todo lo que constituye el infierno de Dante lo contienen los versos de su poema. Pero el objetivo del libro es hacernos creer a ciegas en la realidad que este describe. En palabras de Singleton, la Comedia es una ficción cuyo objetivo es convencernos de que no es una ficción. Y detalles como este verso en lengua infernal, tan bien concebido que contiene un mensaje que nos es posible descifrar, contribuyen poderosamente a la ilusión de que este inframundo es un espacio palpable poblado por seres reales, que interactúan incluso cuando el poeta no los describe, y seguirán inmersos en su condena luego de que el lector cierre el libro para pasar a otras cosas.

                                                             * * *

    Una de las más fascinantes de esas condenas es la de los habitantes del círculo que Pluto preside.
    El contrapasso de avaros y pródigos es un eco del castigo de Sísifo; y como en el caso del mítico gobernante de Corinto, buena parte de su ironía reside en la inutilidad de esa tarea infinita. Pero a diferencia del rey griego, estos pecadores no están solos con su piedra. En cambio, forman dos grupos, y cada uno de ellos arrastra su carga en fila india, en semicírculo. Al llegar al extremo de su recorrido, las almas intercambian piedras e insultos con un miembro del grupo opuesto (“¿Por qué acaparas?”, “¿Por qué desperdicias?”), y luego vuelven sobre sus pasos. 

    Si no fuera porque no tiene ningún propósito, tal vez cabría llamar a la continua agitación de este círculo un “trabajo en equipo”; y es posible que ahí esté una de las claves para entender este contrapasso, que es una especie de no-trabajo en equipo, una futilidad compartida que se nutre de los excesos opuestos de los dos grupos de pecadores.

    La idea de elogiar la mesura en el manejo de los bienes terrenales, y de llamar pecados tanto a la avaricia como a la prodigalidad, no es nueva en tiempos de Dante; por ejemplo, Tomás de Aquino, siguiendo la Ética a Nicómaco de Aristóteles, razona de forma muy similar en la Secunda secundae de su Summa theologica. Pero lo que sí es innovador es contemplar los efectos de ambos pecados desde un punto de vista general, de representar sus efectos como complementarios, y sobre todo la implicación de que hay un orden justo y superior que estos pecadores destruyen con sus inclinaciones excesivas. Como en el caso de la gula, para Dante la avaricia y la prodigalidad son pecados sociales, condenables por el efecto que tienen en la comunidad; y este contrapasso parece insinuar que, si no fuera por los esfuerzos desaforados y en últimas inútiles de estos pecadores, la economía y la suerte humanas serían perfectamente justas. 

    Pero esa última idea sería extraña para casi cualquier pensador de la época. La sociedad de la Edad Media era desigual por definición; esa era la manera en que funcionaban las cosas. 

    En su explicación de la escena que Dante está viendo, Virgilio nombra a la Fortuna. El personaje pregunta de qué habla su maestro, y esto da pie a la Comedia para desplegar en boca del poeta latino el primero de sus muchos discursos filosóficos. Ese pasaje es un ejemplo de la concisión extrema con que Dante piensa en terza rima, puesto que para explicar una sola palabra el poema retrocede hasta el principio del universo; y la conclusión será singular, porque en ella Dante toma una figura central para la cultura tanto popular como letrada de su época y la pone prácticamente de cabeza.

    Dios, dice el poeta latino, creó el cosmos, que los medievales concebían como un sistema de nueve esferas concéntricas, a la manera de un juego de espejos. Cada una de las esferas de los planetas tiene una “inteligencia” que la gobierna. El Creador mora fuera de las nueve esferas, más allá del espacio y el tiempo, y desde allí irradia la luz que es origen de todo ser, todo bien y todo movimiento. El objetivo de esas inteligencias menores es que esa luz se refleje hacia abajo, es decir en dirección de los hombres. Y dichas inteligencias son los ángeles. 

    En efecto, para los cosmólogos medievales los ángeles no sólo eran los mensajeros del Creador, al estilo del arcángel Gabriel en el Evangelio, sino que también movían los planetas y las estrellas y mantenían el equilibrio de fuerzas del universo. Si Dios era el Primum mobile, el motor inmóvil que daba inicio a todos los movimientos, los ángeles eran los engranes que conducían su impulso hacia el mundo sublunar que habitamos los seres humanos.

    Pero no todos los ángeles, explica Virgilio en Infierno VII, administran las esferas de los planetas; hay uno en particular que se encarga de un movimiento mucho más humilde, el de los bienes terrenos. Se llama Fortuna.

    Fortuna era la caprichosa diosa romana de la suerte. Se la solía representar como una mujer que llevaba un timón de barco en una mano, y con la otra hacía girar una inmensa rueda; y esta última distribuía sin ton ni son, no sólo riquezas y descalabros, sino también dichas y tristezas. Es una imagen cara a la Edad Media que la primera de las Carmina burana musicalizadas por Carl Orff ha inmortalizado, y es casi seguro que le llegó al autor de la Comedia de la misma manera que a casi todos sus contemporáneos, es decir por medio de la Consolatio philosophiae de Boecio. 

    La Consolación de la filosofía es una combinación de breve tratado existencial y poemario desesperado, y fue escrita en el siglo VI d.C. por un filósofo y cortesano romano que había sido condenado a muerte por una supuesta conspiración contra su patrón, el emperador Teodorico el Grande. En la cárcel, relata la Consolatio, a Boecio lo visita una hermosa dama que resulta ser la personificación de la filosofía; y la lección más importante que esta le imparte antes de que se ejecute su condena es que Fortuna es tan inestable como inane, y que dejar que nuestra felicidad dependa de sus movimientos es una garantía de que nunca la obtendremos. Es necesario enfocarse en lo trascendente.

    Así, entre la fuerza mundana, caprichosa y sin importancia de Boecio y la idea de la Fortuna como una inteligencia angélica hay una gran diferencia; y cabe preguntarse cuáles son las razones por las que Dante decide transformar de manera tan decisiva la concepción típica de la Rota fortunae de su tiempo.

    La conclusión de la Consolatio philosophiae es que los giros de la suerte no tienen importancia; y en efecto, ese es un pensamiento alentador para quien, como su autor, está preso y condenado a muerte sin posibilidad de escape. Pero la situación de Dante es diferente. Condenado al exilio en el ápice de su vida poética y política, el autor de la Comedia está lejos de la sabia resignación  de Boecio. En cambio, cerca del final del poema y de su vida, en el canto 25 del Paraíso, el florentino todavía soñará con regresar a su patria, revindicado por su obra maestra, para ser coronado de laureles junto a la pila donde fue bautizado.
    Para un hombre como Dante, que a pesar de la desventura no se ha rendido ni se rendirá nunca, la idea de que las vicisitudes de la vida no tienen ningún sentido, de que son golpes vanos y debería enfocarse en la contemplación de las verdades ultramundanas, no representa consolación alguna. En cambio, en Infierno VII Dante concibe el azar como una determinación divina. Para él la Rota Fortunae no está loca; lo que pasa es que es sabia, tanto que no comprendemos sus designios hasta que gira y lo pone todo finalmente en el lugar correcto. Los absurdos somos nosotros, que nos le oponemos intentando acumular más de lo que nos corresponde o derrochar más de lo que debiéramos. Pero ella sigue girando, tranquila en su convicción de que con el tiempo todo regresará al equilibrio material y moral que le corresponde. 

    Así haya que esperar a llegar al más allá, quiere creer el autor de la Comedia, los villanos tendrán su castigo, exactamente el que merecen, y los justos su recompensa. Y eso lo incluye a él, por supuesto. Dante mismo, necesaria e inevitablemente, ritornerà poeta y recibirá su corona de laurel. Porque la Fortuna no es una diosa caprichosa; es un ángel.

jueves, 11 de enero de 2018

Eres tu...

Es bella, a qué dudarlo. Arrolladora y de irresistible sonrisa blanca. De piel nívea y pelo de ébano. Cuando la vi por vez primera la creí seria. Le atribuí ese aire augusto a viajes y a evasiones extranjeras. No me equivoqué. Es de una ensordecedora elocuencia y de un embriagador aroma a jazmines y a orquídeas. Es hermosa, pero además es brillante, de inteligencia vivaz y sutil. Sus manos de porcelana son de una eficacia terrible. Por lo menos el volante lo sabe así. Sus ojos de Nefertiti a veces son intimidadores, de una belleza franca pero no siempre tranquila. Se alborotan por fuegos internos que no conozco y en otros momentos son estanques serenos que tentan la exploración. Por ellos he querido bajar, algún día, si la Providencia así lo dispone. Su pelo de ébano es fogoso; de él emana un aroma narcótico que casi ilumina los pulmones y aturde mis sentidos. Eras tu, eres tu. 

Continuará...

domingo, 7 de enero de 2018

Archivos X | Temporada 11 | Capítulo 01

Primer capítulo de la decimoprimera temporada de TheXfiles emitida por FOX el pasado miércoles 3 de Enero de 2018. La compartimos desde Preludio al Paraiso porque sabemos que es difícil encontrarla. Estaremos subiéndola unos dos o tres días después de su emisión en FOX. No se la pierda, no tiene desperdicio. Suscríbete a este blog y Sígueme para ver más contenido de TheXfiles.


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