viernes, 2 de enero de 2015

Relato de un asesino: Mario Mendoza

Relato de un asesino de Mario Mendoza


"Dicen mis amigos los soldados, que si yo visito el sepulcro de mi amada, todas mis penas serán saldadas"

Si, me enganché con este autor. La semana pasada decidí comprarme este otro libro: "Relato de un asesino" de Editorial Planeta, 4ta edición. Me atrapó desde las primeras páginas, creo que de manera similar a como lo hicieron libros como Crónica de una muerte anunciada de García Márquez o Rosario Tijeras de Jorge Franco, que tienen claramente un elemento en sus primeras líneas como de suspenso, de dejar al lector atrapado con preguntas fundamentales, que a mi particularmente me obsesionan desde el principio hasta encontrar la respuesta.

Y en el caso de "Relato de un asesino" la verdad sea dicha, las respuestas no me dejaron conforme, o quizá leí mal el libro o no lo entendí del todo, o no he comprendido la respuesta; y talvés deba leerlo de nuevo.

Tafur dice en un principio que su propósito es buscar las causas que lo llevaron a cometer el crímen, y desde entonces comienza a contarnos toda su vida, desde su infancia hasta cuando comete el crimen. Estando recluido en la cárcel narra que está escribiendo, buscando el móvil que lo llevó al asesinato. Pero en lo personal me pareció muy soso que el asesinato alla sido perpetrado contra Fernanda, una fulana que apareció solo casí en las últimas páginas de la novela. Durante toda la lectura me imaginé quién iba a ser: Maríana, Bruno, el Gordo del barrio Santa Ana, Hermes Socarrás, en fin. 

Pareciera que el asesinato estuviera indisolublemente ligado a sus ataques mentales de descontrol enfermizo, a su debilidad que siempre tuvo desde niño, a su temprana orfandad. ¿O no? ¿Fernanda qué representa? Pregunto yo: ¿El último refugio afectivo de un hombre marginado y asocial que encontró en ella una escapatoria temporal a su depresión alcohólica, una salida en medio de la angustia y de la sinsalida, convirtiéndose él en un redentor, sacándola de la alcantarilla, llevándosela consigo a su casa, salvándola, salvandose los dos mutuamente del abismo y voluntariamente viviendo un periodo de afímera felicidad?

¿Qué representa Fernanda?, ¿Qué representa Fernanda?. No sé, no entiendo, debe haber algo más pero no lo encuentro, creo que lo voy a leer otra vez hasta encontrar qué.

Mario Mendoza no es un autor para nada rosa: nos mantiene permanentemente en la oscuridad, en la penumbra, en los callejones sin salida, en las aceras de las calles mal iluminadas, en la marginalidad y periferia de la urbe, en la noche plutoniana, en la profunda oscuridad y negritud espiritual de sus personajes; personajes a su vez oscuros, perdidos, excluidos en una sociedad a la que no logran ingresar a la que no pueden integrarse, a la que odian y desprecian, seres humanos sin rumbo, sin esperanza, cuya vida los atormenta y parece castigarlos sin piedad, y la que a veces les da brevísimas treguas de felicidad.

Sus personajes siempre quedan en suspenso, irrealizados, inacabados, frustrados quizá, ante el anhelo de una vida mejor que en momentos parecen arañar y que luego se les escapa rápidamente como agua en un oasis imaginario. Ese es el realismo degradado de Mendoza, donde la felicidad no existe, un pesimismo deliberado donde la esperanza no cabe, donde las posibilidades de salir del foso de la angustia y de las iniquidades interiores son mínimas, donde la oscuridad, el desánimo, la desilusión por el ser humano y la ansiedad y la zozobra que producen vivir en un mundo imperfecto, son la norma permanente en su obra.

Yo creo que es necesaria la esperanza, el ideal, la utopía; dejar un vacío de desesperanza tan profundo y tan grande me parece angustioso e incluso irresponsable. Voy a dejar hasta acá a Mario Mendoza un par de días, necesito un descanso y bañarme en un pequeño bálsamo de fantasía terminando de leer "El Retorno del Rey" del siempre esperanzador Tolkien. Nos vemos.

Nota: advierto que esta opinión es personal y no tiene la menor intensión de crítica literaria, tampoco estoy capacitado para hacerla. Es una opinión que hago como lector de Mendoza nada más.

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