domingo, 16 de octubre de 2016

Y de pronto la vio...

Ángel estaba en Profamilia y tomó su habitual ruta B5 de Transmilenio para llegar a su casa frente a la estación del Virrey. Eran las tres de la tarde y el bus no estaba muy lleno así que se ubicó en la parte de atrás para sentarse con entera libertad. En la siguiente estación quedó sin aliento. Al fondo, casi al pie del acordeón del otro lado, creyó verla. Le pareció que era ella pero ¿era posible? ¿podría reconocerla después de veinte años? Titubeó un instante y sin embargo sintió el pecho inflado como una paloma por la emoción. Sintió que retornaba a él algo que parecía enterrado hacía tiempo, un sentimiento que le era familiar y conocido, y que de pronto se veía fuertemente sacudido y levantado después de un largo sueño.

Era seguro, era ella, Tatiana, fatalmente hermosa, embellecida por los años, rejuvenecida incluso. ¿Qué hacer? ¿Le hiría a hablar después de tanto tiempo? Estaba aterrorizado, a pesar de los años sentía el mismo temor de antaño. Rápidamente fue entrando más gente que se interpuso entre él y ella. Sintió un estremecimiento, se incorporó de golpe y se abrió entre codazos e insultos para ir por ella.

Cuando la vió, ella ya estaba por fuera, subiendo por el puente peatonal. Él atrapado en un rebaño maloliente que parecía adrede detenerle el paso. Se maldijo por haber reaccionado tan tarde.

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