martes, 18 de octubre de 2016

Y de pronto la vio...

Sentado en la dura silla roja de atrás, la vio en frente, reclinada sobre el acordeón y deslizando su pulgar sobre un celular blanco y gastado. Su figura fantasmal evocó la lejana época de la escuela. Se acordó muy a lo lejos de una niña rubia, de piel blanca y ojos de almendras; con una belleza sobresaliente e inteligencia precoz. Vio cómo le entregaba una carta escrita en un alemán ingénuo y cómo salía corriendo al baño de niños a refugiarse del amor prematuro. Vio también a dos amigos jalonearle sin misericordia a que saliera al encuentro de la niña rubia, pues le estaba esperando afuera. Vio que un par de tubos a los que se aferraba se quebraron angustiosamente, y un brusco chorro de agua que sólo se detuvó hasta el anochecer. Vio a su madre tirar de su oreja; vio a la rectora amenazándole con la expulsión; vio a la niña rubia, con la cara roja iluminada por la ira, entrar al despacho de la rectora y dejar sobre la mesa la carta escrita en un alemán ingénuo. Vio las burlas del salón y los vituperios de todos.

En este punto se detuvo su recuerdo pues del acordeón, la niña rubia cruzó la puerta y se bajó. Sólo entonces cayó en la cuenta que la angustia no habia cambiado.

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